LA VIDA SIGUE IGUAL
Mar Martín
Ya me gustaría que esta frase se refiriera a la canción de Julio Iglesias, al que por cierto, le tengo poca simpatía, pero, a mi pesar, hace referencia a las declaraciones de Montoro en relación a su reprobación como ministro de Hacienda por la amnistía fiscal que benefició a tantos defraudadores con cuyo dinero, si se hubiera recaudado, se hubieran evitado recortes en Sanidad y Educación.
Pero antes que Montoro, ya fue reprobado el ministro de Justicia, Rafael Catalá, por entorpecer la investigación de casos de corrupción y, aún, no hemos visto ninguna dimisión, ni ningún cese. La vida sigue igual.
Las reprobaciones están de moda como los memes y, finalmente, servirán como éstos: sólo para hacer reír. Poca envergadura tiene una Democracia en la que sus gobernantes (algunos imputados otros reprobados) se dedican a hacer chistes y carantoñas en lugar de tomarse en serio la gravedad de la situación en la que se encuentran.
Y esta gravedad es tan espesa como la del agujero negro al que deben haber ido a parar los 60.600 millones de euros de dinero público gastados en rescatar a la banca. Y si pensáramos que el dinero, como la materia, ni se crea, ni se destruye sólo se transforma, pensaríamos que estos 60.600 millones se han transformado y se encuentran, probablemente en algún paraíso.
Es tan insustancial nuestra Democracia que después de que el Banco de España afirmara la pérdida de los 60.600 millones de euros no ha pasado nada. La vida sigue igual y, tan igual da, como la vida de los cientos de desahuciados por los mismos bancos que ahora no van a devolver el dinero del rescate como acordaron. Pero a ellos no los desahucian.
La vida sigue igual para el Ministro y sus compañeros de partido. Sin embargo, no ha seguido igual para esas miles de familias que se vieron en la calle tras los desahucios, ni para aquellos que tuvieron que esperar meses y meses para una operación como consecuencia de los recortes en la Sanidad Pública que provocó precisamente, entre otras decisiones, el rescate bancario, ni tampoco ha seguido igual para las cientos de familias que esperaban una respuesta de la Ley de la Dependencia moribunda por inanición de recursos económicos.
La vida no puede seguir igual. La vida debe dar un frenazo y cambiar el rumbo. La vida que dejemos en herencia a nuestros hijos debe ser diferente, porque, si la vida sigue igual, menudo asco de vida.