Canción de Navidad

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Mar Martín

Charles Dickens escribió Canción de Navidad en 1843, en plena época industrial, agitada por los vientos de los primeros movimientos obreros y anclada en los principios de utilitarismo de Jeremy Bentham. Sin embargo, Charles Dickens, a pesar de su origen burgués, como tantos otros escritores, filósofos o intelectuales, supo ver el daño que el incipiente capitalismo hacía en la sociedad y trasladó su crítica a su obra literaria. Así, Canción de Navidad no es sólo un cuento con moraleja es también una crítica, tímida, pero contundente, a la política y al sistema económico del momento.  De hecho, al comenzar la novela, el propio autor pide disculpas a los lectores del siguiente modo: “He pretendido que, en este relato fantástico, los espectros nazcan de una Idea [sic] que no ponga mal humorados a los lectores consigo mismos, ni con otras personas, ni con la época navideña, ni conmigo. Desearía que este libro hechizase amablemente sus hogares y que nadie quisiera abandonar su lectura”. “Excusatio non petita, accusatio manifesta” sería la conclusión a este párrafo introductorio.

Charles Dickens rechazó el pensamiento utilitarista que planteaba la cuestión moral de acuerdo con la cual una acción estaría bien si y solo si está de acuerdo con el principio de utilidad y que centraba la toma de decisiones sobre actos humanos a un “cómputo de felicidad” mediante el cálculo del beneficio, la utilidad, la conveniencia, ventaja, emolumento y felicidad que se obtendría de la acción contra la desventaja, el daño, la inconveniencia, la pérdida y la infelicidad que también conllevaría[1]. Todo lo que sobre el papel pudiera parecer socialmente beneficioso, sobre la realidad se tornó nefasto. Stuart Mill describirá en su autobiografía su educación bajo los principios utilitaristas y su consiguiente insatisfacción con ellos, humanizándolo e inspirando el movimiento socialista de fines de siglo. Dickens ridiculizará al utilitarismo en las frases del señor Scrooge al pretender dotar de interés cuantificable la felicidad de su sobrino: “¿qué motivos tienes para ser feliz?”, le incrimina. A lo que el sobrino le responde con una crítica solapada al capitalismo a la vez que describe el pensamiento del propio autor: “Hay muchas cosas de las que habría podido sacar provecho y me atrevo a decir que no me he beneficiado de ellas.  La Navidad entre otras, pero estoy seguro de que al llegar esta época del año y dejando aparte la veneración debida a su nombre y origen sagrados (si es que se puede dejar aparte algo que le es tan propio) siempre he pensado que la Navidad era una buena época, una época amable, benévola, caritativa, placentera; la única época, que yo sepa, del largo calendario del año en la que hombres y mujeres parecen abrir de común acuerdo sus corazones cerrados y considerar a las gentes humildes como verdaderos compañeros de viaje hacia la tumba, y no como criaturas de otra raza que viajan hacia destinos diferentes. Y por eso tío, aunque la Navidad nunca me ha metido una migaja de oro o de plata en el bolsillo, creo que me ha hecho bien y que seguirá haciéndolo, y digo: ¡Bendita sea!”. En este párrafo, Dickens  confiesa su identificación política en la apología de la igualdad y en la defensa de los más desfavorecidos junto a los que prefiere caminar hacia la tumba y no hacia destinos diferentes. En otro pasaje de la novela se referirá como “ominosa” a la palabra “liberalidad” que definía el negocio de Marley y de Scrooge, y también describirá como “principios prosaicos” a la compra y venta.

Dickens se oponía a la filosofía de la conveniencia al creer que menoscababa los derechos y los sentimientos de los individuos, resultando además opuesta a la fantasía y a la imaginación. En este sentido en Canción de Navidad expresará que “Scrooge poseía tan poco de eso que se llama imaginación como cualquier otro hombre de la City, incluyendo, y son palabras mayores, al cabildo, a los concejales y a los gremios”. De este modo el autor meterá en el mismo cajón a los ricos empresarios junto a la iglesia, los gremios y a la política, a la que ya había criticado con anterioridad al contar que el alcalde de Londres disponía de 50 cocineros y despenseros y a la que criticará más adelante al decir que los fantasmas que como Marley llevaban cadenas “debían ser ministros de gobiernos culpables”.  Sobre la iglesia o las personas religiosas volverá más adelante y pondrá en boca del espíritu de las navidades presente lo siguiente: “Hay gente en este mundo vuestro que alardean de conocernos y que llevan a cabo en nuestro nombre actos de pasión, de orgullo, de mala voluntad, de odio, de envidia, de intolerancia y de egoísmo; gentes que son tan ajenas a nosotros y a nuestros parientes y amigos como si nunca hubiera existido.”

Dickens acusará al utilitarismo y a la industrialización deshumanizada de oprimir a las mujeres y a la clase trabajadora y de negar a los niños una época especial de su vida, su niñez, siendo esto último, por lo que en Canción de Navidad, cobre tanto protagonismo el personaje de Tiny Tim.

Dickens consideraba que la sociedad necesitaba comprender los sentimientos humanos y reconocer la importancia de la emoción humana y por ello también criticará al método científico que predominaba en el pensamiento liberal de la época en la figura del señor Scrooge quien invitó al espíritu de la navidad pasada a sentarse sólo para comprobar si podía hacerlo y que tuviera que explicarlo. También lo hará cuando se le aparecerá el espíritu de la navidad presente y creerá que la luz que emitía era fruto de una combustión espontánea de lo que se lamentará por no poder verificarlo.

Aunque esta obra se haya convertido en símbolo de la Navidad cristiana con motivos de sobra para ello, es también una alegoría en contra del capitalismo y la industrialización. El personaje del señor Scrooge simboliza esas políticas económicas descarnadas que enriquecen a unos pocos a cambio de la miseria de muchos. Jacob como Ebenizer hicieron negocios “con la humanidad entera, con el bien común, con la caridad, la piedad, la clemencia y la benevolencia”. Jacob dirá “con todas ellas hice negocio. ¡Mis operaciones comerciales no fueron sino una gota de agua en el extenso océano de mi negocio!” y Ebenezer defenderá que ser juicioso es querer ganar dinero.

Y para concluir su comprometida defensa del ser humano ante las afiladas fauces del capitalismo, y de la educación como fuente esencial para la vida, el tercer y último espíritu, el espíritu de las navidades futuras mostrará al señor Scrooge a dos niños de los que dirá que son la “ignorancia y la indigencia”. Dickens expresará: “este niño es la ignorancia, esta niña es la indigencia, guárdate de ambos y de toda su especie, pero sobre todo guárdate de este niño pues en su frente veo escrita a menos que alguien la borre la palabra Condenación [sic].  ¡Atrévete a negarlo! -gritó el espíritu, extendiendo su mano hacia la ciudad-. ¡Mienten quienes lo niegan! ¡Admítelo para tus perversos fines, y empeóralo aún más! ¡Y espera el fin! Esta es la advertencia que recibirá Abenezer Scrooge en 1843, en plena época industrial, agitada por los vientos de los primeros movimientos obreros y anclada en los principios de un incipiente capitalismo. En este sentido Canción de Navidad, por desgracia, no ha envejecido y lo que simboliza es perfectamente extrapolable a nuestra realidad en la que el espíritu navideño se encuentra cada año con los señores Scrooge que ni se molestan en buscar la redención.

 

[1] Baroudy, I. (2013). La confluencia de Germinal de Zola y Tiempos difíciles de Dickens. Un caso de desafío al utilitarismo invasivo. La Torre del Virrey: revista de estudios culturales, (14), 57-63.

 

 

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