Síntomas de una grave enfermedad

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Mar Martín

“El fascismo es alegría” y “el judío el enemigo” fueron algunas de las arengas que, envueltas en banderas de España, se dijeron en la concentración de nazis y fascistas que el sábado 13 de febrero tuvo lugar en el cementerio de la Almudena de Madrid[1]. Estos nazis y fascistas fueron convocados para rendir homenaje a la División Azul, aquella formada por los españoles que lucharon junto a Hitler en la II Guerra Mundial. El acto, en el que no faltó un perejil: saludos, insignias, vestimenta e incluso curas bendiciéndolo, trajo del pasado imágenes que creíamos encerradas en cintas de nitrato de celulosa, poniendo de relieve que, más que una anécdota, es un síntoma. Un mal síntoma.

Las juventudes hitlerianas de antaño estarían orgullosas hoy de ver como su legado no ha envejecido. Cómo su discurso y su parafernalia ha sobrevivido al tiempo y se ha encarnado en una joven que podría ser cualquiera de aquellas que filmó Leni Riefenstahl.

Aunque estos nazis y fascistas lleven muchos años recordando, como este sábado, la gloriosa gesta de la División Azul de aniquilar todo lo que exigiera la raza aria, ahora es diferente. Estos nazis y fascistas hasta, antes de ayer, estaban disipados entre los votantes del Partido Popular, pero ya han encontrado un lugar donde crecerse y creerse legitimados por contar con un puñado de votos, del mismo color del que, no olvidemos, llevó a Hitler a la presidencia del gobierno alemán.

Que el abogado del asesino de los abogados laboralistas de Atocha, dijera en la concentración que el fascismo es alegría, no fue una anécdota, fue un síntoma de que la politización de la pandemia está en el blanco de la diana de la ultraderecha española, aunque se dejen muchos muertos en el camino, o en las cunetas, de lo que ellos saben mucho. Así el abogado del asesino de los abogados laboralistas de Atocha arengó el acto diciendo: “Hace falta que incumpláis el toque de queda, que os reunáis con vuestros familiares y amigos, que seáis más de seis como somos hoy aquí y que os abracéis y que cantéis y que viváis alegres. Porque el fascismo es alegría.” Con estas palabras, el líder de la concentración, apoyaba las teorías negacionistas sobre el covid y recordaba al propio Hitler cuando Riefenstahl le grabaría diciendo: “El Estado no nos ordena, nosotros ordenamos al Estado”[2]. Y, además, al decir que el fascismo es alegría, también frivolizaba con el dolor y el terror del fascismo pasado y presente. Y, con el grito de la joven lideresa, al más puro estilo hitleriano, de que el judío es el enemigo y el comunismo su invento se nos demostró, que el pasado no ha dejado de ser presente.

La ultraderecha española, espacio natural de los asistentes a esta concentración, no ha salido de grupos de descontentos, aunque muchos descontentos los voten. La ultraderecha española no ha salido para enmendar desajustes de la política nacional, aunque muchos que lo crean también los voten. La ultraderecha española siempre ha estado. Son los franquistas, falangistas y fascistas españoles de toda la vida que, por circunstancias complejas y largas de analizar, han tenido la suerte de encontrarse en una democracia en la que no creen, e incluso presentarse en elecciones autonómicas en las que tampoco creen. Es la ironía del Estado democrático de las autonomías que permite la participación de hasta aquellos que vienen a romperlo. Como rompen el consenso social del respeto a la dignidad, al honor y a la propia identidad de las personas en actos como el protagonizado por un ultraderechista en la Asamblea de Madrid al dirigirse, ayer lunes 15 de febrero, en masculino a la diputada, representante del grupo parlamentario socialista y activista transexual, Carla Delgado Gómez.

No son anécdotas, sino síntomas de una grave enfermedad.

 

 

 

[1] https://www.lamarea.com/2021/02/15/enemigo-siempre-mismo-judio-300-neonazis-homenajean-espanoles-lucharon-hitler/

[2] El triunfo de la voluntad: https://vimeo.com/491125915

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