Andalucía

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Mar Martín

Poco se puede decir, sobre lo que mucho ya se ha dicho. Sobran las palabras y, sin embargo, hacen más falta que nunca. Hoy 28 de febrero conmemoramos el Día de Andalucía, el día en el que los andaluces pidieron tierra y libertad, desprendiéndose de complejos e iniciando una nueva andadura, que hundía sus raíces en una antigua convivencia pacífica y multicultural. Desde entonces, Andalucía ha ido creciendo más fuerte, más segura, mirando siempre al frente, sin olvidar lo que dejó atrás. Porque somos parte de lo que fuimos y seremos parte de aquellas riquezas y miserias que construimos.

Andalucía es la diosa Astarté y la Blanca Paloma; el dolmen de Menga y la mezquita de Córdoba; el ídolo de los ojos de Valencina y el cubismo de Picasso; la música sefardí y el rock de Miguel Ríos; la poeta Muhya bint al-Tayyani y Julia Uceda; los bueyes de Argantonio y los toros de Juan Belmonte; la salazón de Bolonia y la Alhambra de Granada.

Andalucía es Boabdil y María de Pineda; Séneca y Emilio Lledó; José Val del Omar y Alberto Rodríguez; Maimónides y Losada Villasante; Martinez Montañez y Pedro Gilabert; Carmen Dauset y Cristina Hoyos; Adriano y Giner de los Rios; Tórtola Valencia y María Barranco.

Y Andalucía es también Blas Infante y Caparrós; García Lorca y Miguel Hernández; las 17 rosas de Guillena y la Huída. Porque la muerte y la represión, la pobreza y la injusticia han marcado la moderna historia de Andalucía. De esa Andalucía que ha sido capaz de librarse del disfraz de pandereta que le impuso el franquismo y del exotismo de los viajeros y literatos románticos, para convertirse en un proyecto de progreso, de modernidad y solidaridad cultural.

 

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