La noticia de que el claustro de San Lázaro tiene cinco siglos menos de lo que se decía no es más que el levantamiento de parte de un secreto a voces: el de que algunas de las antigüedades sevillanas eran obras artísticas del XX aunque, eso sí, realizadas con mucho arte. Hace 50 años el palacio de los Marqueses de La Algaba –hoy flamante Centro del Mudéjar– era un cine de verano –el Cine Arrayán– no existía la hermosa ventana de la cabecera en la capilla de la Puerta de Jerez lo mismo que otras cosas. La cuestión no es que hoy estén ahí pimpantes sino que las obras se llevaban a cabo porque, dado que era impensable realizar intervenciones contemporáneas en edificios de siglos anteriores, ello se solucionaba llevando a cabo esos trabajos con la premeditación y alevosía del dar gato por liebre.

La Historia, concebida únicamente como pasado y la negativa a conceder capacidad creadora al presente desembocaban en la mentira; ahí se convertía en fraude lo que no habría sido más que el rehacer un edificio con su forma original. Venecia levantó de nuevo y ladrillo a ladrillo, hace poco más de un siglo, el campanile de San Marcos pero en las tiendas de recuerdos se venden postales con la foto de la torre derrumbándose. O sea, que todo el mundo puede saber que la actual es nueva.

No estaría de más que lo descubierto en San Lázaro sirviera de reflexión y se hiciera lo mismo con muchos edificios mentales levantados para construir una Historia de España más mítica que real. Hace unos días se anunciaba que en el País Vasco habían formado una comisión de expertos para que realizara un dictamen sobre cuál ha de ser el relato del último medio siglo de aquel territorio. Quizás allí se vea como algo necesario pero, visto desde una perspectiva global, parece un parche: lo imperativo si queremos encarar el futuro es, como han hecho esos técnicos en el viejo hospital de Sevilla, revisar los hechos y sacar a la luz la verdad desnuda del pasado. Algo muy conveniente para todos los españoles y, en especial, para los andaluces: en la que ahora se cuenta, siempre nos toca la peor parte.

Antonio Zoido

Publicado en El Correo de Andalucía el 15 de junio de 2014