EL BARCO DONDE VIAJAMOS

Antonio Zoido
Quién sabe si los habitantes de Sevilla comenzaron a percibir en la segunda mitad del XVII la pendiente por la que la ciudad se deslizaba hacia una decadencia de la que tardaría siglos en salir. A parte de la Gran Peste hubo señales clarísimas: lugares como el Baratillo quedaban desolados y atraían toda clase de inmundicias, se cerraban hosterías, los cabildos desmontaban las orquestas que hasta entonces habían mantenido, llegaban desde los pueblos gentes a compartir por centenares los palacios y los ámbitos de mala vida…, pero, desconocemos si de todo eso se sacó alguna conclusión; los textos que han llegado hasta nosotros seguían pregonando grandezas y describiendo fiestas y saraos.
Los periódicos nos traen hoy noticias que no son, aparentemente, cataclismos; se presentan como sucesos cotidianos, anécdotas que apenas inciden en el devenir diario: robos o chapuzas en cementerios favorecidos por la falta de vigilancia o de personas y materiales de mantenimiento, ausencia de contenedores donde depositar los aceites usados, parques mal cuidados o abandonados… Los problemas son la destrucción de empresas, la precariedad laboral, la deuda creciente, el futuro económico de los hijos y de las pensiones… y ante ellos lo que hagan con sus residuos oleosos miles de restaurantes y bares o millones de hogares parece no tener excesiva importancia.
Sería Historia-ficción imaginar qué hubiera pasado en la Sevilla del seiscientos si aquella gente hubiera tomado los signos que se producían como señales de advertencia de cuanto estaba por llegar. No lo es, sin embargo, que comenzáramos a preocuparnos por lo que ahora sucede en vez de dejarlo pasar sin concederle importancia. Tal vez alguien tendría que pensar en si algunas de las partidas presupuestarias dedicadas a distraer a la ciudadanía de sus problemas acuciantes no podrían dedicarse a la investigación (a ese I+D+i perdido como el barco del arroz) para la resolución de esos otros que parecen banales y son, en realidad, cargas de profundidad en el mar de la nave en la que viajamos, ignorantes de cuando y como zozobrará.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 25 de Agosto de 2014
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