LA CONTRARREFORMA

escuela


Mar Martín

En septiembre madura la granada, se recoge la uva y nos azota el calor del membrillo.
En septiembre los kioskos de prensa se empapelan de nuevos, atractivos y melancólicos coleccionables. Comienzan las inscripciones al gimnasio tras los desmanes culinarios del verano, junto con los nuevos propósitos para esta nueva etapa que simula un comienzo de año.
Y en septiembre comienza el cole. Los lápices, los cuadernos y las mochilas nos hacen viajar al pasado, a esa infancia idealizada por el paso del tiempo y enraizada en nuestra memoria.
Son recuerdos del ayer: aquella escuela pública en la que compartíamos frío en invierno y calor en verano, junto a otros cuarenta y tantos niños y niñas  con el crucifijo presidiendo la clase y la regla para golpear las palmas de las manos de los más revoltosos.
Aquella escuela pública fue cambiando con el paso del tiempo, mejorando en instalaciones y proyectos educativos que potenciaban la participación del alumnado, de los padres y madres,  la creatividad y el análisis.
Esta educación pública que ha cosechado brillantes expedientes académicos, convertidos hoy en científicos de prestigio,  profesionales cotizados, profesores brillantes, pensadores de vanguardia y artistas consagrados, está agonizando.
La educación pública va a dejar de ser el puente de ascenso social, el lugar en donde el trabajo y el esfuerzo aseguran una compensación futura.
La educación pública va a dejar de igualar a pobres y ricos en una carrera en la que primaba sólo el   esfuerzo y no las letras de un   apellido.
Porque esos apellidos rimbombantes,  que gobiernan gracias al voto  de una parte de la ciudadanía que carece de ellos, son los encargados  de mutilar un proyecto de igualdad social para su propio    beneficio.
Esos apellidos con guión siempre se opusieron a una educación universal como medio para hacer hombres y mujeres libres e inteligentes. Siguen considerando hoy la educación como en tiempos remotos: un privilegio de ricos, un modo de asegurar el control social y de dirigir los medios de            producción.
A esto y sólo a esto se debe la reducción de becas, el aumento de las tasas universitarias y los recortes en general en la escuela pública mientras se incrementan las aportaciones a las escuelas privadas.
Por ello, la condesa Esperanza Aguirre dijo que no todos tienen que estudiar y por eso no pueden ser todas las etapas educativas gratuitas, mientras el ministro del ramo de apellido alemán no ha escatimado en expresar que hay gente que pide para comer y resulta que tiene a su hijo estudiando.
Son éstas algunas de las decenas de perlas que nos han vomitado desde que gobiernan  y que describen claramente cuál es su idea de país: un estado que consiente la fuga de cerebros, mientras fomentan el trabajo precario y el sector servicios, colaborando fielmente con la troika para convertir a España en un país de camareros/as y limpiadores/as de hoteles.
Un país de toreros y folklóricas como en los años 50, al que acudían los jubilados alemanes a veranear. Porque serán los alemanes los únicos que se jubilen ya que a nosotros nos exigen cada vez más años de cotización.
La Historia nos demuestra que estamos condenados a repetirla y es así como este gobierno ha rememorado el regreso de Fernando VII, también con aclamación popular. La Constitución de 1812 recogió en su título IX la obligatoriedad de la enseñanza por parte del Estado, lo que el Informe Quintana de 1813 desarrolló, abogando por  una educación “universal, uniforme, pública y gratuita”. Después Fernando VII derogó de un plumazo todas las leyes, instaurando, de nuevo, el Antiguo Régimen y recuperando las prerrogativas del clero y la nobleza. ¡Caramba que coincidencia!
Así, la Contrarreforma de 2011 pretende llevar de nuevo la escuela pública a sus orígenes como institución benéfica. Al igual que en el siglo XVIII en el que sólo los hijos de burgueses, nobles, clero y artesanos importantes se educaban costeando a preceptores, ahora serán también los que se puedan pagar la educación en escuelas privadas excelentemente dotadas, en muchos casos, con dinero público.
Para los demás estará la educación  pública convertida, de nuevo, en institución caritativa, que recogerá a los niños pobres, que, si nada cambia, serán la mayoría.

 

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