EL MÉDICO, EL MECÁNICO Y EL ALCALDE

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Imaginemos un médico que le comunica a un paciente una inesperada enfermedad grave, llegando incluso a insinuarle el fin de sus días.

Pero la enfermedad ni es tan grave ni está en riesgo su vida. No hay error, sino unas malévolas intenciones de un mal doctor que utiliza la exageración y la mentira. Una vez haya sanado, todo serán loas y elogios sobre sus artes médicas.

Durante el tiempo de la farsa, el paciente ha gastado dinero en consultas innecesarias, su familia lo ha pasado mal y él ha llegado a perder su empleo.

Ahora todos están exultantes. Nuestro hombre ha sanado gracias al médico. Atrás quedan los malos momentos.

Imaginemos a otro individuo que tras llevar su coche al taller le comunican una avería importante en el motor. Será cara y llevará semanas de reparación.

El presupuesto inicial de 6000 euros quedó en 3000 y las 3 semanas en 1.

El individuo esta pletórico y no para de hablar de lo honrado y eficaz que es el mal mecánico. Lo comenta incluso a través de Facebook.

Lo que no sabe es que ni la avería era tan grave ni había necesidad de pedir la pieza al extranjero. Todo obedece a una artimaña del mecánico para hacerse valer y conseguir buena fama.

Imaginemos por último a un alcalde que tras una aplastante victoria electoral se percata que no va a poder cumplir con lo prometido.

¡Hay que buscar una justificación! Ordena a su tropa.

Así da comienzo una cruzada para extender por todos los rincones de la ciudad la idea de una herencia económica catastrófica.

“No hay dinero, solo facturas en los cajones” Es el mantra repetido una y mil veces…

Ante este drama se suben los impuestos, se desmantelan servicios públicos que no coinciden con el credo político del alcalde (o eliminan grasa sobrante que es como lo llaman en la intimidad), se reducen gastos sociales aunque… ¡Las fiestas ni tocarlas!

Cercanas las elecciones, el mal alcalde ordena extender la opinión de que ya han conseguido sanear las cuentas.

¡Ya podremos seguir iluminando nuestro centro en navidad para que parezca chinatown, cambiar las farolas que no nos gusten, colocar algún helicóptero en alguna rotonda y organizar bailes para mayores!

Quizá el juego dure, aunque a costa de que ni el mal doctor, ni el mal mecánico, ni el mal alcalde puedan dormir tranquilos.

Antonio Muñoz

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