LA CRISIS Y LOS VIEJOS FANTASMAS TOTALITARIOS

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Alfonso Guerra

El neoconservadurismo, con al menos la comprensión cuando no la complicidad de algunos partidos socialdemócratas, ha despertado a dos monstruos que estaban dormidos desde hacía años y han renacido de sus cenizas: los neofascismos y los neocomunismos.
Europa ha sido durante años considerado el lugar del mundo en el que mejor se protegían los derechos de los ciudadanos. La prosperidad y la protección de las personas en situación de precariedad económica o de salud garantizaban unas sociedades que, aún con sus dificultades, concebían la distribución de la riqueza con una tendencia igualitaria a través de un sistema de impuestos que permitían la redistribución, unos mecanismos de representación política sobre la igualdad de derechos de voto de todas las personas y una organización laboral en la que los trabajadores tenían un peso considerable en la negociación colectiva en las empresas.

En el último cuarto del siglo XX y los primeros años de este, toda esta arquitectura de una civilización ejemplar para millones de habitantes del Planeta ha caminado en sentido opuesto y ha colocado a Europa en una situación límite, en una encrucijada de la que no sabemos cómo saldrá, aunque barruntemos que lo hará en condiciones de menos libertad y con derechos debilitados respecto al periodo anterior.

Una crisis económica generada lejos de Europa, en los Estados Unidos, ha sido el pretexto para poner en causa a todo el mecanismo institucional del sistema democrático europeo.

La influencia de la crisis norteamericana añadida a los vicios de las economías de los países europeos, empeñados en una política basada en un crecimiento fantasioso, con ganancias rápidas y sin base productiva sólida, ha abocado a un momento en que todo el sistema se derrumba arrastrando a toda la economía (unos lo llaman “burbujas”, otros, “estafa”, según el modelo piramidal).

En general, los Gobiernos europeos han ido haciendo dejación de sus responsabilidades en materia de política económica, alegando que esas decisiones corresponden hoy, fundamentalmente, a las autoridades de la Unión Europea. ¿Y cuál ha sido la respuesta de esta?

La Comisión Europea, con el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (trío conocido como La troika) ha centrado su actuación en la reducción del gasto y en la preocupación casi obsesiva por la contención del déficit. Al comienzo de la adopción de estas medidas, casi todos los Gobiernos las aceptaron con la convicción de que serían útiles para el enderezamiento de la economía. Poco a poco fueron desertando de su fe en una política que ha paralizado la economía de todos los países europeos. Entonces se les presentó una dura alternativa: si no siguen las “recomendaciones” de Latroika, el mercado les castiga; si las obedecen, los electores le vuelven la espalda. Tal dilema ha roto los esquemas político-institucionales en las últimas elecciones europeas.

Los electores, en un número muy relevante han dicho no a un modelo de sociedad que coloca el principio de rentabilidad económica por encima de los valores humanistas que avalan la solidaridad, la nobleza de espíritu, la calidad de las relaciones personales, el trabajo hecho con gusto y profesionalidad, la aventura del saber, los placeres de la contemplación del arte y la naturaleza. Más que en otras épocas la tenencia de dinero, de bienes ha adquirido una consideración prevalente a la hora de valorar a las personas. El adagio popular de “tanto tienes, tanto vales” ha adquirido una preeminencia invasiva en todas las actividades humanas. Baste citar un detalle sutil pero clamorosamente elocuente de la ocupación de la razón económica en todos los ámbitos de la sociedad: la existencia de escuelas de negocios en las universidades, un chiringuito en el templo del saber.

El estallido de la crisis (es decir, el descubrimiento de una estafa a escala global perpetrada por los importantes grupos financieros internacionales que ha permitido amasar las más grandes fortunas nunca conocidas, con una grave secuela, el crecimiento de la desigualdad) ha exacerbado el afán de construir sociedades bajo el predicamento de las finanzas. Así los Gobiernos han aceptado las reglas de los organismos internacionales que imponen normas presupuestarias de contención del gasto mientras alientan grandes beneficios de las corporaciones financieras y de sus gerentes.

En el centro de esta catástrofe económica, que ha generado un claro malestar a los ciudadanos, se han celebrado unas elecciones para la formación del Parlamento Europeo. El resultado de las preferencias de los hombres y mujeres que han sufrido en Europa las calamidades de unas instituciones, Comisión Europea y Gobiernos de los países, es que estas han perdido la confianza de los ciudadanos. La participación en las elecciones de menos de la mitad de los electores es buena prueba de la indiferencia con que los europeos contemplan las instituciones representativas.

Aun siendo preocupante que los europeos vuelvan la espalda a unas instituciones que han exigido un esfuerzo extraordinario durante la segunda mitad del siglo XX para cambiar la dinámica de los enfrentamientos militares –dos guerras mundiales con 70 millones de muertos en 30 años- por una organización común de los europeos que impida las guerras y garantice la prosperidad de toda la sociedad, no es lo más grave que expresan las pasadas elecciones europeas. El neoconservadurismo, con al menos la comprensión cuando no la complicidad de algunos partidos socialdemócratas, ha originado tal malestar social que ha despertado a dos monstruos que estaban dormidos desde hacía años. Han renacido de sus cenizas los neofascismos, de manera muy intensa en algunos países como Francia, Holanda, Austria y Grecia, y los neocomunismos, especialmente en Grecia y España.

Dos alternativas que resurgen en Europa tras años de descrédito y abandono por la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Al finalizar la II Guerra Mundial, en 1945, el conocimiento de las atrocidades cometidas por el nazismo alemán y sus semejantes en Italia y España provocó el rechazo de la sociedad del totalitarismo que pretendía convertir al hombre en un animal sanguinario. Salvo reducidos grupos de jóvenes neonazis, en Europa parecía ganada la batalla contra el carácter de criminalidad de los fascistas. Existía un consenso entre los ciudadanos, los partidos democráticos y la prensa libre de rechazo de cualquier alternativa que bebiese en las fuentes del pensamiento fascista.

En nuestros días asistimos a una reivindicación del fascismo a cargo de una mayoría de electores en Francia, leemos comprensivos artículos de información y opinión sobre estas nuevas formaciones políticas totalitarias en la prensa que creíamos vacunada de la barbarie fascista.

Del mismo modo la difusión a partir del XX congreso del PCUS de las atrocidades cometidas por Stalin y sus esbirros fue mermando la capacidad de atracción del movimiento comunista que nació como la esperanza de millones de trabajadores del mundo. El colapso final de la Unión Soviética y el conjunto de países sometidos a sus directrices generó un rechazo de los esquemas comunistas de dictadura del proletariado sobre el conocimiento de que había sido una dictadura contra el proletariado.

Ese fue el recorrido histórico de los fantasmas totalitarios del fascismo y el comunismo. Pero ahora, la última evolución del capitalismo hacia un capitalismo financiero y la ausencia de regulación que domina en la globalización económica, ha generado un malestar que ha despertado a movimientos que con otros nombres actualizados proceden de la cultura comunista.

Si los partidos conservadores y socialdemócratas no comprenden que deben cambiar de manera radical, que deben entender que la sociedad está necesitando un cambio de rumbo que atienda las necesidades de muchos ciudadanos a los que se empuja a la desesperación por ausencia de futuro, lo que se avecina podría ser la vuelta a los regímenes autoritarios del pasado. Urge una política diferente.

La troika ha centrado su actuación en la reducción del gasto y en la preocupación casi obsesiva por la contención del déficit.

Publicado por Tiempo el 2 de septiembre de 2014

El enlace al artículo es el siguiente:

http://www.tiempodehoy.com/espana/turno-de-palabra/la-crisis-y-los-viejos-fantasmas-totalitarios

 

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