ERASE UNA VEZ…

Chagal

 

Érase una vez una ciudad milenaria del sur de España que tuvo momentos de esplendor a lo largo de su historia. Fueron muchos los poetas, músicos y otros personajes los que destacaron su belleza, su luz o su sensualidad. El paso del tiempo la convirtió en un crisol de culturas y en un ejemplo de tolerancia.

Cuentan que los habitantes de esa ciudad concedieron una mayoría política, como no se había conocido antes, a un Alcalde que prometió dedicarse a resolver los principales problemas de sus ciudadanos; pero las promesas se las llevó el viento y los vecinos se fueron llenando de desilusión y de rabia por haber confiado en él.

Cuentan que cuentan que me contaron que en esos años, ese Alcalde empezó a imaginar problemas inexistentes y ordenó solucionarlos. Cuando los animales hablaban, los burros volaban, uno que los vio me lo contó: “este Alcalde va a prohibirnos muchas cosas”.

Y así sucedió y, parafraseando el comienzo de “El gato negro” de Allan Poe, podría decir que “ni espero ni pido que alguien crea en el extraño relato que me dispongo a escribir”. Pero ustedes podrán recurrir al Boletín Oficial de la Provincia (BOP) para comprobar la verdad de esto que cuento.

Quedaba prohibido buscar alimentos en las basuras aunque esas personas no tuvieran mendrugo de pan que llevarse a la boca. Aquel que osara contravenir la norma del todopoderoso Alcalde sería sancionado (pensaban que todo el mundo tenia cuenta corriente en Suiza).

Quedaba prohibido comer y beber de pie en público en mesas altas. Pensaron que las buenas costumbres y el orden cívico aconsejaba hacerlo sentados.

Quedaba prohibido jugar al dominó o a los dados para evitar el ruido del choque de las fichas con las mesas. Pensaban que el ruido podría distraer a pilotos de avión que surcaran el cielo de la ciudad.

Quedaba prohibido hacer rodar los barriles de cerveza por el suelo de los bares. Pensaban que podría producir terremotos.

Quedaba prohibido dejar solos a animales en balcones, ventanas o patios. Se les ocurrió después de ver la peli Madagascar.

Quedaba prohibido estacionar coches y diligencias en muchas calles que tenían una línea azul que crecía y crecía.

Cuentan que, con tantas prohibiciones, los habitantes de esa ciudad se contagiaron y acabaron también por prohibir y prohibieron a su Alcalde.

Quizás esta historia tan sencilla la sepan en Sevilla.

Antonio Muñoz

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 3 de Noviembre de 2014

Enlace al artículo:

http://blogs.elcorreoweb.es/antoniomunoz/2014/11/03/erase-una-vez/

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