Los contratos precarios alcanzaron en 2015 sus máximos históricos
Los contratos temporales alcanzaron el récord de 17,07 millones en 2015
Manuel V. Gómez /El País
Los contratos temporales y a tiempo parcial que se firmaron en 2015 rompieron un nuevo techo, pese a que el nivel de empleo es muy inferior al de antes de la crisis (20,6 millones de empleos en 2007 frente a 17,9 millones ahora). Los contratos temporales alcanzaron el récord de 17,07 millones y los de por horas marcaron 6,4 millones, de los que 5,7 millones eran a la vez temporales. Otro máximo. Los síntomas de la precarización abundan en los datos de contratación del Ministerio de Empleo, donde se ve que la duración media de los contratos ha bajado de 79 días en 2006 a 53,4 en 2015.
El mercado laboral español lleva recuperándose dos años tras siete de desplome. En ese tiempo, ha creado poco menos de un tercio del empleo que se destruyó. En cambio, el número de contratos firmados ha crecido a una velocidad de vértigo y ya el año pasado volvió a los niveles previos a la crisis. Los 18,6 millones de contratos firmados en 2015, incluidos los 1,5 millones de indefinidos, suponen un 11% más que en 2014 y solo 45.000 menos que en 2007. Se evidencia que se ha recuperado la actividad económica y se crea empleo, pero también que la precariedad crece.
Con 2,2 millones menos de asalariados que hace ocho años —14,8 frente a 17 millones— se firman el mismo número de contratos de trabajo. ¿Por qué? Ha descendido la duración media y los de menor duración (siete días o menos) suponen ya el 25% del total. Los economistas hablan de mayor rotación en un mismo puesto.
Un fenómeno que se ve con claridad en la industria. Antes de la crisis, un contrato temporal en este sector duraba una media de seis meses; ahora apenas llega a dos. Dicho de otra forma, hace ocho años para cubrir un puesto de trabajo no estructural en una fábrica se firmaban dos contratos al año; ahora se precisan seis.
«Es un disparate económico para el que no hay excusa», sentencia José Ignacio Conde-Ruiz
“Es un disparate económico para el que no hay excusa”, sentencia José Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), que señala que los dos grandes problemas del mercado laboral español son “la temporalidad y el paro de larga duración”. “Con esos números, el año pasado se firmó más de un contrato por cada ocupado. Si al menos el paro fuera estructural, vale, habría mucha rotación, pero no habría desempleo. Pero el paro está por encima del 20%”.
La temporalidad —y, por supuesto, el alto índice de paro— siempre ha sido el gran lastre del mercado laboral español. En 2015 se batió el récord en cuanto al número de contratos temporales se refiere con 17,07 millones. Sin embargo, la tasa de temporarlidad es aún inferior (en torno al 26%) a la que había en 2007 cuando empezó la crisis y que estaba en el 31,5%. Eso sí, la duración del contrato medio es inferior ahora que hace ocho años.
Además, a la temporalidad hay que sumar el empleo a tiempo parcial, una modalidad que nunca había tenido mucho éxito en el mercado español. Los contratos firmados para estas ocupaciones también marcaron un máximo en 2015, como vienen haciendo desde 2011.
No todos los contratos temporales ni todos los contratos a tiempo parcial son precarios, pero sí la mayoría. Al menos así lo perciben quienes los firman. Según la última EPA, un 62% de ocupados a tiempo parcial preferiría un empleo a jornada completa. El porcentaje de quienes tienen un contrato temporal porque no pueden firmar otro indefinido subía casi 30 puntos más en 2014, concretamente al 91,5%, según Eurostat, la oficina europea de estadísticas.
Mala calidad
Apunta José Antonio Herce, director asociado de Analistas Financieros Internacionales, que en España no hay un indicador de la calidad del empleo fiable. “¿Qué es un empleo de calidad?”, se pregunta. “El que satisface al empleado y al empleador”, responde. Y aunque no es una foto completa, las cifras de temporalidad y parcialidad forzosa le sirven como indicio y síntoma de que “la calidad es mala”.
Este profesor de fundamentos del análisis económico cree que las últimas reformas laborales no tenían la intención de reducir la dualidad del mercado laboral español, aunque lo digan explícitamente en sus preámbulos. De la última señala que “buscaba reducir la tasa estructural de desempleo”, pero que no ataja la división entre temporales e indefinidos, o entre sobrecualificados e infracualificados.
Para Conde-Ruiz, “así es imposible fundar una familia, comprar una casa, presentar unos avales. Aunque sí, claro, es mejor que estar parado”, zanja irónico.
Noticia publicada en El País el 1 de febrero de 2016
Fotografía: Samuel Sánchez
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