DON TANCREDO Y LOS MITOS FALSOS
Mar Martín
En el inconsciente colectivo se encuentran archivados los arquetipos que, según Jung, explican nuestros comportamientos y sentimientos, por lo que, difícilmente podemos actuar al margen de ellos. Pero, además, de ese inconsciente colectivo que nos hace más iguales, se encuentran las ideas preconcebidas, que nos conducen a los prejuicios y a dejarnos llevar por los pensamientos de otros, que curiosamente proceden en la mayoría de los casos del “stablishment”.
Es éste el ejemplo de los tres falsos mitos de la derecha, que desde tiempos inmemoriales ha pretendido introducir como verdaderos en nuestras conciencias, a base de repetición.
El primero de estos mitos, hoy derrumbado por la realidad es que la derecha gestiona mejor que la izquierda. Para comprobar semejante despropósito de afirmación sólo hay que echar un vistazo a cómo han gestionado el contagio del ébola en la sanidad pública madrileña; sólo hay que recordar cómo gestionaron la catástrofe del Prestige; o comprobar cómo gestionan la crisis económica y laboral actual.
El segundo mito, también echado hoy por tierra, es el que hacía referencia a que la derecha no roba porque como, en su mayoría son ricos, no lo necesitan. Pero es que la codicia no tiene límites, sólo hay que mirar hacia la Comunidad Valenciana y observar el enriquecimiento de sus gobernantes, o simplemente mencionar los apellidos, Rato, Aceves o Granados, para que en el consciente colectivo aparezcan cifras de cinco números gastadas en caprichos de lujo.
Y el tercer mito falso, también denostado por el peso de la actualidad es el de que a mayor educación, por supuesto privada, mayor civismo. Todos estos prohombres y promujeres de la derecha, proceden de buenas escuelas privadas por lo que se les supone una excelente educación que les evitaría meter la mano donde no deben y actuar como auténticos ciudadanos, pero el mito cae cuando descubrimos la caja B de Bárcenas, cuando la condesa Aguirre huye de la policía local o el expresidente Aznar manifiesta que nadie le va a decir a qué velocidad debe correr en una autovía, ni cuantas copas se puede tomar.
Y mientras los mitos se rompen don Tancredo sigue impasible creyendo que, como corresponde a su papel, no le va a coger el toro.
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