Andalucía, mujer y política
Amparo Rubiales
He participado, por edad y fortuna, en la hazaña histórica que el pueblo andaluz realizó el 28 de febrero de 1980, glosada en muchas ocasiones y desde muchos puntos de vista. Conviene, sin embargo, rememorarla cada año porque un acontecimiento como éste es difícil de repetir; fue además decisivo, no sólo en nuestra historia, sino también en la de España.
El referéndum de aquel 28-F fue absolutamente constitucional, tal y como establecía el artículo 151 de nuestra Carta Magna. Hoy, somos muchos los que pensamos que hay que reformar la Constitución para garantizar, más y mejor, esa «diversidad en igualdad» conseguida en estos años de democracia. «La Constitución tiene medido su futuro -escribe el profesor García Canales- en su capacidad de adaptación a las sucesivas coyunturas históricas en las que se ha de poner a prueba su principal virtualidad: su esencia jurídica».
La necesaria reforma de la Constitución no se puede hacer contra nadie, ni personas ni territorios, sino a favor de todos, como ocurrió el 28-F; no queríamos ser más que nadie, pero tampoco menos. Acabar con el histórico subdesarrollo andaluz que nos había marginado era el objetivo.
Ahora, tenemos que ser capaces de transitar de esta democracia en crisis global a otra que satisfaga las legítimas aspiraciones ciudadanas, personales y territoriales. Andalucía se ha transformado profundamente, aunque siga teniendo muchas carencias; nuestras vidas nada tienen que ver con aquellas anteriores al 28-F.
La situación de la mujer en la política se ha transformado tanto como el conjunto de Andalucía. La presencia de las mujeres en la vida activa ha sido reciente y bastante complicada; se suponía que no estábamos destinadas a ninguna otra función que no fuera la de ser esposas y madres; sólo la necesidad económica las hacia salir del hogar para realizar, en este caso, un doble trabajo. Han tenido que ocurrir muchas cosas, muchas reivindicaciones y muchas luchas para que esta situación de marginación se transformara, cambiándose esa concepción de que tan sólo el mundo de lo privado nos pertenecía.
El 28-F las mujeres en política éramos, muy pocas, como también lo eran las periodistas, y, seguramente por eso algunas de nosotras nos hicimos desde entonces amigas para siempre. Éramos las excepciones a la regla del poder masculino.
El poder, en su conjunto, estaba formado por hombres con responsabilidades y derechos que participaban en la elaboración de la voluntad general y en la realización del interés común. Las mujeres, vinculadas a un orden previo, privado, ni siquiera podíamos pensar en ese otro orden, nuestra situación en la esfera familiar no era política, sino natural y teníamos que estar sometidas a la autoridad real y simbólica de los varones.
Algunas escapamos a la regla y pudimos participar en la conquista de nuestra autonomía. Hicimos muchas cosas, pero el colofón de todo fue el referéndum del 28-F, del que tengo una imagen grabada para siempre en la memoria: en Las Cabezas de San Juan, donde, por otra parte, se produjo el levantamiento de Riego, origen del Trienio liberal (1820-23), cantábamos, puño en alto, la Internacional y el Himno de Andalucía sin que nos supiéramos bien la letra de ninguno.
Luego fui una de las seis parlamentarias del primer Parlamento andaluz, de un total de 109 diputados; la primera y única mujer consejera de Presidencia del primer Gobierno andaluz con Rafael Escuredo. Después, peleamos por «la cuota». Queríamos ser mujeres cuota y no excepción; más tarde conseguimos la paridad y Andalucía tuvo el primer Gobierno paritario de la historia de España (2004). Fuimos la primera comunidad autónoma en tener reguladas las denominadas listas cremallera y, posteriormente, los primeros en tener una mujer presidenta de la Junta, Susana Díaz, que ha sido «un cambio volcánico», generacional y de género.
De la presidenta de la Junta escribí: «Para dar soluciones nuevas a los problemas de hoy, hace falta gente nueva con experiencia, que sepa en qué consiste la igualdad de oportunidades y que haya nacido y crecido entre la gente corriente. Fácil no lo va a tener, machismo y clasismo se dan la mano, pero tiene fortaleza, cabeza e inteligencia para hacer frente a las dificultades». Lo está demostrando. Sin haber vivido aquel 28-F, ha sabido entender lo que significó para Andalucía y proclamar que no caben retrocesos. Ni Andalucía ni los andaluces hemos estado nunca en contra de nadie, ésa es nuestra grandeza, pero tampoco nos van a subordinar. Ni a hombres ni a mujeres.
Artículo de opinión publicado en Diario de Sevilla el 26 de febrero de 2016
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http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/2228168/andalucia/mujer/y/politica.html