GUARDIANES DEL UNIVERSO

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Mar Martín

Al igual que Atlas llevaba el peso del mundo sobre los hombros, aquella España que creíamos olvidada, llevaba el peso de la responsabilidad de saber lo que nos convenía. Eran los legítimos dueños de la moral, del orden y de la costumbre. Eran quienes marcaban las líneas correctas que se debían seguir, y ¡pobre de aquel que se saliera del camino!

Los años han pasado y con la democracia llegaron las libertades civiles, políticas y religiosas, pero bajo el sutil asfalto sobre el que se construyó esta nueva España, perviven aquellos que se resisten a perecer. Aquellos que siguen creyendo que son los encargados de que las cosas estén bien hechas, de conducir nuestras vidas no vaya a ser que nos descarriemos, de asegurar lo que Dios manda.

Pero Dios ya no está en el corazoncito de cada uno de nosotros, como les acostumbraban a decir en los seminarios religiosos o retiros espirituales. Dios les ha debido abandonar, de otro modo no se entiende la desfachatez al dañar la libertad de tantos niños y niñas, jóvenes y hombres y mujeres que han decidido qué género ser.

La identidad de una persona no está en el sexo, como ese autobús endiablado ha pretendido vociferar por plazas y ciudades. La libertad individual de ser lo que se siente está por encima de las retrógradas reglas de ese mundo atrapado en la Edad Media. El derecho a elegir qué ver en nuestro cuerpo es más valioso que cualquiera de los lignum crucis repartidos por el mundo.
Pero esos guardianes del universo no han podido aguantar más. Demasiado han soportado durante estas décadas de democracia y libertad. Tenían que salir de las catacumbas y gritar que aún siguen siendo los dueños de la moral, el orden y la costumbre. Pero se encontraron esa España que tanto detestan, que se ha resistido a ser avasallada y ha entonado de nuevo: “No pasarán”.

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