El timbre inconfundible de la verdad

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Jose Luis Ábalos

No es fácil resistirse a hacer memoria cuando uno ha nacido en el siglo XIX y celebra su aniversario. Lo realmente complicado, 142 años después, es no hacer justicia a todos aquellos que lo han hecho posible, a todas las mujeres y hombres del Partido Socialista que no dejaron que se consumiera la llama que un grupo de 16 tipógrafos, un marmolista, un zapatero, cuatro médicos y dos oficiales de joyería encendieron en Casa Labra el 2 de mayo de 1879.

Decía Antonio Machado que la voz que recordaba de nuestro fundador Pablo Iglesias tenía el timbre inconfundible de la verdad humana. Era solo la primera parte de una frase que continuaba así: “Yo prefiero escucharla en mi recuerdo, o, mejor todavía, en los labios de otros hombres no menos auténticos, no menos verdaderos, que aún nos hablan al corazón y a la inteligencia”. Y creo que este ha sido el secreto de nuestro éxito como partido.

Nunca hemos dejado de hablar al corazón y la inteligencia de este país, y lo hemos hecho con la verdad en nuestros labios, una verdad que, proclamada a los cuatro vientos, constituye el acto más revolucionario que puede llevar a cabo una organización política, sobre todo en este tiempo de embustes y de artificios.

Nos hemos armado con la verdad y con la paciencia, y hemos demostrado que la utopía era posible y no un sueño inalcanzable. Era posible mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y emancipar a los que nada tenían. Era posible hacer avanzar a este país y sacarlo de su atraso secular. Era posible recuperar la democracia, aunque compañeros nuestros lo pagaran con su vida o con el exilio. Era posible, en definitiva, modernizar el Estado, conquistar derechos y libertades, colaborar en la construcción europea y convertir la justicia social en un valor primigenio de esta España constitucional.

Todo ello ha permitido que este más que centenario PSOE sea el partido más joven de los que conozco, el más vital, el más activo. Y que haya conseguido convertirse no solo en patrimonio de sus afiliados sino de todos aquellos que creen que la igualdad de las mujeres no es negociable, que el Estado del Bienestar no puede subastarse, que estamos obligados a proteger a los más vulnerables, que la Sanidad y la Educación Pública son nuestra riqueza más preciada, que los trabajadores han de tener salarios y pensiones dignas o que la vivienda es un derecho básico de los ciudadanos.

El Partido Socialista ha demostrado ser el reflejo más fiel de esta España diversa y plural, al punto de que la historia de este último siglo y medio no se entendería sin su empuje a todas y cada una de las demandas sociales de bienestar y de progreso. Hemos transformado este país porque hemos sido parte indisoluble de él.

Habrá otras demandas y encontrarán a los socialistas a la vanguardia de estas transformaciones, algunas tan decisivas como la imprescindible transición energética que ha de permitirnos afrontar el reto del cambio climático y consolidar un desarrollo medioambientalmente sostenible.

Tenemos por delante enormes desafíos. Mantendremos inalterable nuestro compromiso de luchar contra la pobreza y la exclusión, de acabar con las desigualdades y de atajar toda forma de violencia. Esa justicia social a la que antes me refería está íntimamente ligada con la igualdad. Solo las sociedades justas tienden a la práctica real de la democracia.

Sabemos que la democracia es una conquista diaria y no vamos a permitir que un puñado de involucionistas y reaccionarios traten de arrebatárnosla. Seguimos portando la llama de aquel hombre sereno y coherente, de aquel hombre bueno que nos transmitió su inconformismo, su tolerancia y su decencia. Y seguimos hablando con su mismo timbre de verdad 142 años después.

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