Carlos Tafur

En Parks & Recreation, una serie cómica elaborada en tono semidocumental (al estilo de la mítica The Office), Ron Swanson es el director de un departamento municipal en la pequeña localidad de Pawnee. El servicio que dirige sería, para que todos lo entendamos, análogo al de Parques y Jardines de un ayuntamiento cualquiera. El personaje se caracteriza, principalmente, por intentar obstaculizar cualquier iniciativa que parta de los técnicos a su cargo y en lidiar cuantos menos problemas y quebraderos de cabeza, mejor. Lo interesante es que sus motivaciones no son producto de la pereza o la desgana, sino que, en los momentos en que se confiesa ante las cámaras, revela su ideología política ultraconservadora. El mejor gobierno, para él, es el gobierno inexistente, todos los parques deberían estar privatizados («con fichas para pagar por un ratito en el columpio, una ficha para dar un paseo»), y el bloqueo de proyectos es una estrategia consciente de alguien que piensa que es mejor que todo se resuelva de forma espontánea gracias a la iniciativa privada.
La paradoja es obvia. Ron Swanson es un funcionario público, alguien que cobra un sueldo de ese gobierno que detesta. Pero en su visión del mundo, la contradicción no es tal, porque él cree firmemente que la inacción es la mejor política, con lo cual, a su manera, piensa que contribuye al bien común. Sospecho que hay muchos émulos de este personaje en la política española, pero estoy convencido que el actual alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, es uno de ellos. Los Ron Swansons de este mundo viven un momento dulce, todo hay que decirlo, porque la coyuntura austericida les proporciona, en cierto modo, la mejor coartada para desmantelar servicios públicos y presentarlo como un éxito de gestión. Su único propósito es que las cuentas les cuadren, y el resto de cifras se las trae al pairo. Un ejemplo que me toca en lo personal: cuando Zoido desmantela Sevilla Global (ese nido de «enchufados políticos» de IU y el PSOE, según nuestro alcalde, y del que paradójicamente escogieron a un trabajador de la empresa como Gerente liquidador y a la Secretaria de dirección de los anteriores gerentes la «ascendieron» a Secretaria del Concejal de Economía, Gregorio Serrano), eliminó el Servicio de Estudios que informaba, entre otras cosas, del desempleo y las tasas de paro de la ciudad. Me consta que en todos estos años no se han publicado esas cifras y estoy prácticamente seguro que Zoido ni siquiera las conoce de forma interna. ¿Qué credibilidad tiene un alcalde que proclama que su primera preocupación es el paro y que no sabe ni cuantas personas están en esa situación en la ciudad que gestiona?
Como a Ron Swanson, a Zoido no le preocupa porque en realidad piensa que él no puede hacer absolutamente nada contra el paro (de hecho, cuando se le pincha con el tema se suele excusar diciendo que no es realmente de su competencia), y la mejor gestión es la que ni se nota, ni traspasa. La nada, en definitiva. Por lo menos es honesto a su modo, eso hay que reconocerlo, salvo cuando le apremian las elecciones y tiene que intentar vender algún producto tangible de su mandato o algún proyecto caramelito para sacar algo en campaña. En Málaga, un alcalde de su mismo signo político, al menos tiene una visión de la ciudad desde el punto de vista de su desarrollo turístico (no entro a valorar si es mejor o peor, lo importante es que existe). Pero claro, Francisco de la Torre, el edil malagueño, lleva muchos años en el puesto, y sucumbir a la dictadura de los planes de ajuste hubiera supuesto echar tierra sobre su propio tejado. Ron «Zoido» Swanson, sin embargo, vió el cielo abierto con la alcaldía de Sevilla. Podía destruir a su antojo los proyectos de pasadas legislaturas (buenos, malos, regulares, la tijera de Zoido no entiende de sutilezas que requieran cierto grado de esfuerzo), quedarse sentado cuatro años y encima venderlo como una gran gestión (el signo de los tiempos).
(Aclaración: Para el que no lo sepa, yo fuí responsable del Servicio de Estudios de Sevilla Global desde su creación hasta su desaparición).