Olvido del Sur

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Antonio Zoido

Andalucía está ausente en la visión y la estrategia de las fuerzas de lo que podríamos denominar «nueva izquierda»

{La columna de Fernando Álvarez Ossorio del pasado domingo, al jugar con el capicúa 69 de los diputados del conglomerado de Podemos en el Congreso (un palíndromo que puede ser igualmente leído de izquierda a derecha o, dándole la vuelta, de norte a sur), dejaba sobre la mesa una cuestión muy seria, la de la ausencia de Andalucía en la visión y la estrategia de las fuerzas componentes de lo que podríamos denominar «nueva izquierda» que, sin embargo piden grupos parlamentarios propios por comunidades autónomas y prometen plantear en ellas –suponiéndolas oprimidas– el «derecho a decidir».

De este modo olvidan que, más abajo de los territorios españoles «irredentos» (Cataluña, País Vasco, Galicia, País Valenciano… y los que vengan), existe un Sur que, paradójicamente, ha venido siendo «redimido» desde la antigüedad y sucesivamente por toda clase de pueblos para, a continuación, prestar –de grado o por necesidad– muchos de sus elementos materiales, inmateriales o personales y quedarse con que suyo, suyo, lo que se dice suyo, no tiene nada salvo los tópicos con los que su existencia es percibida.

Nos encontramos así, tras tanto pregón de cambio, con que esa nueva España a forjar es bastante vieja y le sigue faltando la refundación moderna de la que gozan los países de nuestro entorno europeo. Se sigue pensando que las últimas gestas que unieron a todos los ibéricos –portugueses incluídos– fue lo que dio en llamarse a posteriori «la Reconquista» y la iberización de la mayor parte de América. Como esto último terminó –sin la perspicacia británica– en la independencia de las colonias y el hoyo de la decadencia nacional, lo que quedó fue lo primero y en ello basaron, sin recato, su personalidad todos cuantos, a finales del XIX, comenzaron a enjaretar particulares teorías de la propia identidad como tortas a falta de pan.

La masa de todas ellas era «la Reconquista»: Galicia, Asturias, Cantabria, Euskadi, Navarra, Cataluña, Aragón, Castilla y León, la Valencia de Jaime el Conquistador… Llegaron a la conclusión de que habían alcanzado personalidad propia venciendo a «los moros» pero sobre todo dejaron claro ya desde entonces que su tierra no era «la de los moros», no pensando en ellos como en los fundamentalistas islámicos de hoy sino, simplemente, considerándolos inferiores.

Y la tierra de los moros era, naturalmente, Andalucía, ese Sur al que «el Norte» había intentado redimir tantas veces a lo largo de los siglos, lo mismo territorial que sentimentalmente como constaba en la Historia y dejaron asentado en «Malvaloca» los Hermanos Quintero.

Era el Sur al que, desde la segunda mitad del XIX, el Estado tuvo que echar mano para subirse al carro de un romanticismo europeo en busca de la personalidad diferenciada que sólo él había mantenido por haber sido apartado de los «adelantos» que llegaban de fuera. También los más avispados de cada una de sus regiones, por un lado, tomaron muchos de sus elementos para poder presentarse como diferentes ante la corriente de viajeros que inundaba la Península y, por otro –marcando el paso del Regeneracionismo– se sirvieron de su antigüedad (bien acudiendo a relaciones milenarias con los califas de Córdoba, bien argumentando que tenían los benditos restos de Santiago Matamoros, bien aduciendo que eran de sangre limpia al no haber llegado allí ningún moro) para enjaretar el sermón de las bienaventuranzas que los hacían gente más valerosa y elevada. Así lo pregonaron sus banderas y escudos llenos, como en la Reconquista, de cruces, leones, castillos, barras, cadenas…

De entre todas las teorías que justificaban la inmemorial existencia de cada cual, sólo hubo una que partió de un punto diferente: la que articuló Blas Infante centrando en Hércules su mítica fundación. Fue la única que se declaró abiertamente hegeliana, idealista, y por tanto llamada a no ser tenida en cuenta. Los elementos centralistas del Regeneracionismo del 98 se convirtieron en «quincalla falangista» –la expresión es de Francisco Ayala– y los periféricos en un nuevo bucle histórico que más tarde, en la Transición, pasaron en buena parte a rellenar el equipaje de aquellos que cuantos, ligeros de él, buscaban ser distinto para «ser más» aunque, en verdad, tuviera que ser Andalucía la que acudiera a romper cadenas mucho más reales que las de la tienda de Miramamolín y abrir a todos el portillo de la autonomía.

Ahora los 69 electos de la nueva izquierda, llenos de un nuevo el espíritu regenerador, han cambiado el «café con leche para todos» por el «derecho a decidir» sólo de aquellos que pueden ponerse en camino hacia una tierra llamada «su» Libertad. Al parecer, Andalucía no entra en el cupo tal vez porque la consiguió cuando la redimieron de la cautividad de la morisma. Quienes de ellos han salido elegidos en las circunscripciones andaluzas tienen como interrogante particular a qué dedicarán sus afanes.

Pero hay una cuestión general que tiene mucha más gravedad: es la de que, en la España en movimiento en la que estamos lo que en realidad sucede es que se están ocupando los espacios de la parrilla de salida hacia otra y las fuerzas que representan a Andalucía, por lo visto, están más interesadas, unas en salvar la Patria –que no se va a partir porque eso no lo quiere ni la mayoría de los catalanes– de su desmembramiento y otras en el gesto glamouroso de cada día. Ninguna en tratar de ocupar la pole position. Por eso, probablemente, cuando todo se reestructure, el 69 no siga siendo más que el número que pregonan insistentemente muchos loteros. El camino de nuestra futura redención seguirá estando en la lotería. ~

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 16 de Enero de 2016

Fotografía: EFE

Enlace al artículo:

http://elcorreoweb.es/opinion/columnas/olvido-del-sur-FX1257007

 

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