Muera la Inteligencia

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María del Mar Martín

Me hastía pensar en ese nuevo partido ultranacionalista y de ultraderecha que con sus provocaciones diarias pretende que le hagamos la campaña electoral gratis. No puedo con la aversión que suscitan sus insultos a la convivencia y al consenso. Me resisto a emplear tiempo y neuronas en repetir sus “patriotas” propuestas dirigidas a los “españoles de bien”. Pero, una vez más, no puedo evitarlo ante su última ocurrencia: permitir el uso indiscriminado de armas en nuestro país.

España, uno de los países más seguros de la Unión Europea, comunidad más segura del mundo, con un Estado de Derecho que nos protege de manera ejemplar, no puede convertirse en un país violento como lo son todos aquellos en los que están permitidas las armas. Los índices de asesinatos y muertes por la utilización de armas en países como Estados Unidos, Colombia o Méjico son altísimos al igual que los beneficios de las empresas suministradoras de armamento. En esos países la vida termina por valer lo mismo que una bala y los paisajes cotidianos recuerdan al viejo Oeste. Esta es la España que nos ofrecen estos patriotas que niegan la violencia machista e incluso el holocausto nazi. Que hacen del dictador Franco un mártir y consideran que los homosexuales son enfermos que necesitan ayuda.

Jamás hubiera imaginado describir a personajes reales así, como jamás hubiera creído que se volviera a discutir sobre asuntos consensuados de forma mayoritaria. La ley del aborto, la ley de LGTBI, la ley de Igualdad, el Estado de las Autonomías, la no segregación de sexos en la educación, la regulación de la inmigración, la ley de Memoria Histórica han sido nuestra seña de identidad como país moderno, que progresa y mira hacia el futuro con humanidad y respeto a la diferencia. Y son, todos estos avances sociales en libertad e igualdad, el blanco de sus dianas a las que quieren disparar con las armas que, si les dejamos, venderán en la tienda de la esquina.

“Vivan las cadenas”, parecen gritar, como gritaba la muchedumbre y los absolutistas ante el regreso de Fernando VII después de la invasión francesa, que la memoria es frágil y la historia cíclica. La Constitución de 1812, de las más avanzadas y modernas de Europa quedó entonces en papel mojado, y del mismo modo, puede quedar ahora la Constitución de 1978, si estas ordas fascistas nos atrapan con sus cadenas y al más puro estilo Millán Astray pisotean nuestra inteligencia.

Ilustración: Vida Cotidiana de Emil Nolde

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