Opinión
999 el número de la bestia
María del Mar Martin
El número de la bestia, según el Apocalipsis 13:18 es el 666, pero el evangelista San Juan quizás se equivocara. En su profecía vislumbraría con dificultad los números y por error los giraría 180 grados, porque en verdad, el número de la bestia es el 999. Éste es el auténtico número de la bestia, el número de las bestias que desde 2003 asesinaron a sus parejas en el marco de una sociedad que parece incapaz de poner remedio a semejante lacra.
999 es el número de las mujeres asesinadas desde que se tiene registro, que de conocer la auténtica cifra nos escandalizaríamos aún más.
Las dos últimas mujeres apuñaladas durante la noche del pasado sábado 1 de junio, revelando el error del evangelista en el Apocalipsis, eran jóvenes cordobesas de 29 y 18 años y en ambos casos con menores y bebes a su cargo. Por lo que al drama del asesinato se suma el trauma de los hijos que, en el caso de los menores 8 y 6 años presenciaron, además, cómo mataban a su madre.
Con los apuñalamientos de Jésica González y Aydee Palavecino son 999, los asesinatos machistas que lleva contabilizados el registro español y, con ello, 999 razones para creer, con absoluta certeza, que vivimos en una sociedad en la que el patriarcado machista mata a las mujeres. No hay más ciego que el que no quiere ver. Ni más sordo que el que no quiere oír.
Ilustración: El número de la bestia , William Blake
El legado
María del Mar Martín
A las mujeres afiliadas a partidos o sindicatos de izquierda o familiares de hombres militantes o afines a partidos o sindicatos de izquierda, durante los años de represión franquista, las afeitaban al cero para despojarlas del atributo tradicionalmente más femenino: el pelo. Las obligaban a tomar aceite de ricino y a caminar semi-desnudas por las calles mientras sufrían la descomposición de sus intestinos y la vergüenza de no poder evitar la diarrea a la vista de todos. Similares torturas fueron aplicadas a las mujeres acusadas de brujería en los siglos XVI y XVII con la salvedad de que, además, estas últimas morían en la hoguera o ahogadas en pozos o ríos. Las torturas que el machismo aplica a la mujer siempre han ido acompañadas de la humillación y el menoscabo de la dignidad con el objetivo de provocar mayor desprecio y deshonra.
Con la sofisticación de la tecnología se han sofisticado los modos modernos de tortura y las redes sociales se prestan a diario a todo tipo de escabrosas posibilidades. Que una mujer de 32 años sufra angustia y ansiedad tras conocer que se ha violado su privada intimidad y que se ha puesto al alcance de desalmados y desalmadas de toda calaña es una nueva modalidad de tortura y su suicidio un nuevo asesinato machista.
Durante semanas, estuvo soportando el acoso y las humillaciones por unas imágenes privadas, de contenido sexual, grabadas hace cinco años y que fueron a parar a los móviles de sus compañeros y compañeras de trabajo. Era madre de un bebé y de un niño de cuatro años, pero la presión a la que se vio sometida la llevó finalmente, el pasado sábado 25 de mayo a quitarse la vida. De poco vale ahora que sus compañeros y compañeras reconozcan que la responsabilidad fue de todos ellos y ellas.
Pero más allá del delito, reconocido en nuestro Código Penal y que castiga con entre tres meses y un año de cárcel la difusión de imágenes privadas sin autorización de la persona afectada cuando se viole gravemente su intimidad y aunque la víctima diera en su día su consentimiento a la grabación, el trasfondo de este relato es otro. A la pérdida de intimidad y privacidad se le suma la situación de desigualdad y vulnerabilidad en la que vivimos las mujeres bajo el yugo del machismo. A la humillación de sentirse presa de risas y cuchicheos hay que añadirle “la culpa” que acompaña a la mujer en su relación con la sexualidad tal y como la entiende el patriarcado: mientras que ellos pueden alardear de hombría, las mujeres son consideradas sencillamente putas. Ese es el legado y este suicido su última consecuencia.
Ilustración: «Ofelia» de John Everett Millais
140 años de socialismo en España
En el acceso principal a la sede del PSOE, en la madrileña calle Ferraz, un busto de grandes proporciones llama la atención de quienes entran en el edificio. Es la efigie del fundador del partido, Pablo Iglesias Posse.
La escultura, obra de Emiliano Barral, permaneció enterrada, oculta en el parque del Retiro durante los casi cuarenta años que duró la dictadura franquista, gracias al valor de quienes se jugaron la vida para salvarla de una segura destrucción. No fue sino hasta la restauración de la democracia en España cuando el busto del fundador del PSOE pudo ser recuperado.
Es un relato de profundo valor simbólico, que ilustra hasta qué punto la historia del PSOE y la de España están entrelazadas en los últimos 140 años.
El PSOE es un actor fundamental para entender la España de hoy. No sólo por la fuerza con que hunde sus raíces en la historia, o por haber sido protagonista en el pasado de las grandes transformaciones vividas por la sociedad española. Sino porque tiene la vocación y la fuerza necesarias para seguir siéndolo en el futuro.
Asumimos ese papel con orgullo. Y también con un gran sentido de la responsabilidad que nos ha acompañado en todo momento; cuando hemos tenido que asumir la tarea de gobierno unas veces o de la oposición en otras; con nuestra contribución al consenso constitucional o con la defensa inquebrantable de la libertad desde el dolor de la represión, que tantas mujeres y hombres sufrieron en nombre de estas siglas. España, en su extraordinaria diversidad territorial, cultural y lingüística, ha sido la razón de ser de un partido como el nuestro, presente con fuerza significativa en todos los rincones de nuestra geografía. Somos conscientes de lo que este hecho representa. Del papel central que nos corresponde ocupar, en un tiempo en el que la confrontación y los vetos mutuos amenazan con dañar la convivencia y frenar la consolidación del gran acierto que supuso la España de las autonomías y los Ayuntamientos democráticos. Si algo identifica al PSOE es su capacidad para comprender esa diversidad como una fuente de riqueza, como una oportunidad que nos hace únicos como país.
Por eso seguimos mereciendo la confianza mayoritaria de una ciudadanía que sabe de nuestras credenciales. Por eso seguimos siendo el partido joven y vital que siempre fuimos: porque nunca hemos dejado, ni por un momento, de mirar de cerca a la sociedad para entender sus demandas. Ese factor es el que hace del PSOE una fuerza capaz de entender y liderar las grandes transformaciones sociales que nuestro país requiere, a las puertas de una nueva década que encaramos con confianza plena en lo que España es capaz de alcanzar.
Si algo define al PSOE en su trayectoria es su compromiso irrenunciable con la justicia social y la defensa de la igualdad. Nunca abdicaremos de esa responsabilidad, que nace de convicciones profundas; pero también de la certeza de que no hay agente más corrosivo para la democracia que la inacción ante el avance de la desigualdad.
Es lo que nos ha llevado a abanderar la lucha por la igualdad en defensa de los derechos de las mujeres en España o la conquista de libertades cívicas que amparen la diversidad, en una sociedad que ya no acepta la imposición de una moral única, dominante y excluyente. Es lo que nos mueve para trabajar día a día en la defensa de la sanidad pública y en un sistema educativo de calidad, con el fin de que las condiciones de partida en la vida no determinen lo que una niña o un niño puedan alcanzar el día de mañana.
No se puede disociar la historia de España de la del PSOE en estos 140 años. Hemos compartido penas, pero también alegrías; el desgarro del exilio y la pérdida de la libertad. Pero también la esperanza de la España constitucional que se abrió paso con nuestro compromiso.
Fuimos, somos y seremos las siglas de la concordia para construir una España abierta al mundo y al proceso de construcción europea, que Gobiernos socialistas impulsaron con decisión en el pasado y por el que siempre trabajaremos con determinación y entusiasmo.
Hoy el PSOE se reivindica una vez más como el baluarte de quienes creen en los valores de progreso y solidaridad en España. De quienes defienden los principios de la socialdemocracia como el mejor camino a seguir ante desafíos como el que representa el cambio climático. De quienes comparten la visión de una España que no se rinde ante la adversidad ni se entrega al fatalismo de la confrontación estéril.
El PSOE cumple hoy 140 años de vida. Y, pese al tiempo transcurrido, sigue siendo el partido más joven de España. El partido que mejor ha sabido interpretar los cambios sociales en nuestro país y con el que la ciudadanía, vote lo que vote y piense como piense, siempre podrá contar como garantía de estabilidad, progreso e igualdad.
Pedro Sánchez Pérez-Castejón es secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones.
Un gesto sencillo
María del Mar Martín
En democracia existe un gesto sencillo, cuya trascendental importancia suele pasar desapercibida. Un gesto que, como dijera Jorge Manrique en relación a la muerte, iguala a pobres y ricos. Un gesto que puede determinar el futuro de un país e incluso de la misma democracia.
Cuando los alemanes en el año 1932 votaron al partido liderado por Adolf Hitler no se imaginaban lo que vendría después, al igual que los británicos en 2016 al dejarse engañar por las mentiras de los partidarios del Brexit o los norteamericanos por los discursos populistas de Trump.
En cada uno de esos momentos la ciudadanía tuvo en su mano una papeleta con un sobre y, sobre sus conciencias, la responsabilidad de construir la Historia. Una vez depositada la elección en la urna, ya no hay vuelta atrás: el futuro comienza a hacerse realidad. Y es, esa realidad, la que deberíamos imaginar antes de escoger la papeleta.
Entre todas las imaginadas yo elijo una realidad en la que la educación y la sanidad sean públicas y de calidad. La investigación científica y la cultura una apuesta sincera. La búsqueda de nuevos nichos de trabajo para reducir el desempleo una prioridad y, para hacer posible todo ello, unos impuestos progresivos que hagan pagar más a los que más tienen, acabando con los paraísos fiscales y las SICAV. Una realidad en la que los sectores estratégicos de la economía sean públicos y eviten abusos y pobreza. Una realidad en la que la diferencia y la diversidad sean fuente de riqueza y no de enfrentamiento, la igualdad un hecho y la lucha contra la desigualdad social un compromiso real. Una realidad en la que las mujeres no seamos cosificadas tras banderas de modernidad y nuestro silencio entendido como una afirmación.
Estas realidades están descritas en algunos de los programas electorales pero se desdibujan ante el ruido que los medios y redes sociales provocan, adormeciendo el raciocinio y sustituyéndolo por una suerte de sentimiento irracional.
Nunca antes, en democracia, unas elecciones generales habían sido tan importantes. Nunca antes, en democracia, se había visibilizado un partido con ideario pre-democrático e incluso antidemocrático. Los derechos y libertades civiles y sociales, nunca antes, en democracia, habían sido puestos en discusión y los avances propios de una sociedad moderna, nunca antes, en democracia, habían estado en peligro.
Como cantos de sirena, envueltos en discursos vacuos, nos conducen al precipicio apelando a nuestra salvación. Ellos, que se reconocen los legítimos representantes del pueblo español, como si el resto no lo fuera ni lo mereciera. Ellos, que quieren segregar la educación entre niños y niñas e imponer el himno de la legión en las escuelas. Ellos, que pretenden levantar un muro en Melilla y no reconocen la violencia machista, a pesar de que sean ya 18 las mujeres asesinadas en lo que llevamos de año, están radicalizando las ideas y los mensajes hasta extremos inadmisibles. Sus arengas, más próximas a una contienda militar que política, se forjan en lo intangible y se dirigen a las emociones procurando el asalto a las instituciones en las que no creen.
Pero, en democracia existe un gesto sencillo, cuya trascendental importancia suele pasar desapercibida. Un gesto que, como dijera Jorge Manrique en relación a la muerte, iguala a pobres y ricos. Un gesto que puede determinar el futuro de un país.
Ni ellos, ni otros, imaginan que el pueblo español es sabio y que, a pesar del silencio, conoce su pasado, su presente y sobre todo sueña con un futuro de libertad, igualdad y solidaridad.
El alma de la República
María del Mar Martín
Si en algo se caracterizó la II República fue por su gran afán educador. La intensa labor de construcción de edificios para albergar la Escuela Pública permitió sortear la crisis económica mundial propiciada por el crac del 29 y con la subida de sueldos de maestras y maestros se dignificó una profesión denostada hasta el momento. Fueron los años de la madurez de la Institución Libre de Enseñanza, seno de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando fuera de España, y fueron aquellos los años en los que Federico García Lorca colaboró con varios proyectos culturales del Gobierno, con el objetivo de fomentar un mayor intercambio entre la cultura de las ciudades y la de los pueblos. Fue así como nació La Barraca, organización de teatro universitario que recorrería los pueblos de España llevando representaciones de teatro clásico bajo la dirección de Lorca.
El proyecto educativo del gobierno republicano español, profundamente progresista, valiente y transformador que pretendía terminar con el analfabetismo y formar a los hombres y mujeres del futuro, fue interiorizado fundamentalmente y llevado a las escuelas por los maestros y maestras y sería la causa, después, de la mayor y más violenta represión franquista.
El documental “Las Maestras de la República” realizado por FETE-UGT y dirigido por Pilar Pérez rescata de la memoria los testimonios de familiares de maestras y maestros que fueron violentamente represaliados por defender los ideales de la República: la igualdad, la libertad y la solidaridad. Estos ideales fueron emblema de la escuela pública que, por primera vez en España, se consolidaba porque, como dijera la maestra María Sánchez Arbós, sobre cuyos escritos se basa parte del documental, “cuando todo español sepa leer y tenga ansias de leer, habrá una nueva España”. El alma de la República fue el alma de las maestras y los maestros que creyeron en el modelo pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza y en la base ideológica del partido socialista, sintetizada en la frase: “más escuelas y mejores maestros/as”. Hasta este momento, la educación había estado en manos de la Iglesia, a donde iría a parar de nuevo después de la guerra dejando de ser universal e igualitaria. La línea argumental de este conmovedor documental es el diario de María Sánchez Arbós, en el que va derramando su pensamiento y descubriendo su vocación sincera, que como la de tantas otras maestras vieron truncada con el final de la guerra civil. “Educar para la convivencia, escribía Arbós, educar para adquirir conciencia de la justicia, educar en la igualdad para que no se pierda un solo talento por falta de oportunidades”.
Pero con la represión franquista, estos ideales de libertad, igualdad y solidaridad fueron enterrados junto a muchas de estas maestras asesinadas, exiliados junto a las que lograron huir u olvidados tras el pernicioso periodo denominado depuración, en el que las mujeres sufrieron doblemente, por ser maestras y por ser mujeres valientes, inteligentes y transgresoras del modelo tradicional de mujer. Todo ese esfuerzo en dignificar una profesión que se lograba tras cuatro años de estudios, se perdió tras la guerra al dejar la enseñanza en manos de la Iglesia o de maestros/as a los que se le exigía únicamente un titulillo o ser consorte de un alférez provisional. Pero no todo se perdió, y este documental es prueba de ello. Los testimonios de sus protagonistas, así como el de los estudiosos que participan en él, ponen de manifiesto que la memoria de aquellas historias sigue viva. Como la de Hilda Farfante, hija de maestros, que recuerda entre sollozos como su tía le tapaba la boca para que dejara de gritar quienes habían asesinado a sus padres, mientras levantaba la otra para gritar viva España, humillada y avergonzada. “Esa es la imagen de aquellos tiempos, dice Hilda, y por ello, no volví a gritar en la vida, hasta hace doce años. Desde entonces no he parado de gritar, porque tengo muchos gritos aquí dentro”.
La II República
María del Mar Martín
El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República en España, iniciándose así, un periodo de mejoras sociales y nuevas libertades individuales y colectivas. Con la II República, España quiso abandonar el secular retraso que arrastraba y le impedía despuntar como país moderno. Con la II República fueron muchos los avances que se lograron, pero con su trágico final, se perdieron como lágrimas bajo la lluvia.
Entre las muchas y valientes reformas legislativas y sociales se encuentra la promulgación de una Constitución que representaba los ideales del socialismo humanista. No se limitaba a la defensa de las libertades personales, sino que disponía un mínimo de bienestar social. Hacía de toda clase de propiedad, “objeto de expropiación para la utilidad social” respondiendo al proyecto socialista de una socialización gradual.
El artículo 26 de la Constitución separaba la Iglesia del Estado, convirtiendo a la primera en una asociación sometida, al igual que las demás asociaciones religiosas, a las leyes del país. Acabó con el pago de haberes al clero por parte del Estado, dispuso la disolución de los jesuitas y la confiscación de sus propiedades e hizo que la existencia permanente de las demás órdenes dependiera de su buena conducta. Vedó la enseñanza a las órdenes religiosas y eliminó el crucifijo de las escuelas públicas. Con todo ello, la República no estaba persiguiendo a la Iglesia sino retirándole los privilegios que la habían convertido en bastión y cuna de la reacción política.
La República se proclamó régimen de Justicia Social, con relaciones laborales controladas por el Estado, con participación limitada de los trabajadores en la gestión de las empresas y con salario mínimo. La legislación laboral fue obra de Largo Caballero, como dirigente sindical de la UGT enormemente experimentado. En su calidad de ministro de Trabajo promulgó un alud de decretos: seguros de enfermedad, vacaciones pagadas, jornada de ocho horas, salarios mínimos.
La Ley Agraria de septiembre de 1932 junto con la legislación de 1933 fue un ejemplo del compromiso característico del socialismo humanista propugnado por los radical-socialistas: la propiedad privada no era un mal en sí mismo, sino que debía someterse al control legislativo en interés de la sociedad. Las tierras expropiadas debían ser redistribuidas en forma colectiva o en parcelas individuales por el Instituto de Reforma Agraria. Aproximadamente unos 10.000 campesinos pobres obtuvieron parcelas.
La República tuvo la desgracia de haber nacido en medio de una depresión mundial, aunque España no sufrió la crisis que paralizó la economía de la mayoría de los países europeos y de EEUU. Las finanzas republicanas se salvaron de la tensión de las políticas deflacionistas por su empeño en la educación –la edificación de escuelas impidió que se interrumpiera el auge de la construcción en Madrid- y por el hecho de que como modernización de una España atrasada, el gobierno no podía menos que continuar los proyectos de regadío, hidráulicos y de construcción de carreteras. (*)
La II República también significó la construcción de la ciudadanía femenina en España, al lograr que se aprobara el sufragio universal femenino en 1931, gracias al ambicioso proyecto reformista que intentó dar coherencia política a los presupuestos y principios liberales y democráticos de los que partía, conllevando la revisión de leyes discriminatorias, la igualdad legal de hombres y mujeres y, por vez primera, el derecho al sufragio de toda la ciudadanía, hombres y mujeres.
Y la Ley del Divorcio, así como la del Matrimonio Civil fueron otros de los avances sociales de la II República. La Constitución de 1931, introdujo en su artículo 43º que: «La familia está bajo la salvaguardia especial del Estado. El matrimonio se funda en la igualdad de derechos para uno y otro sexo, y podrá disolverse por mutuo disenso o a petición de cualquiera de los cónyuges » y esto se vería reglado en la Ley del Divorcio de 1931, impulsada por el socialista y Ministro de Justicia, Fernando de los Ríos.
Ante estas reformas, que ponían en peligro privilegios y acumulación de riqueza, no es de extrañar que los estamentos de nobleza, clero y burguesía más conservadora conspiraran y propiciaran el golpe de estado que acabó con la II República tras una guerra fraticida instaurando en su lugar un régimen de represión y terror durante más de 40 años.
(*) Texto extraído de la obra “España 1808-1975” de Raymond Carr, páginas 580-589.
Sicarios
María del Mar Martín
Los sicarios estatales cuentan con el engranaje del Sistema para ejercer su poder y con los instrumentos legales que les permiten, incluso, esconder las perversas desviaciones del oficio. La ley de Amnistía española de 1977 que permitió sacar de la cárcel a los presos políticos del franquismo o lograr que se recuperaran los puestos de trabajos de aquellos que fueron despedidos por defender la libertad y la democracia, benefició subterfugiamente a los sicarios de la dictadura franquista.
Mientras en las calles de las ciudades españolas, el clamor popular pedía a gritos la amnistía para los encarcelados por luchar contra el franquismo, en el Congreso de los Diputados los benefactores de los sicarios encontraron los vericuetos perfectos para echar una losa de hormigón sobre el dolor, la tragedia y la represión sistemática y estatal ejercida sobre cientos de miles de españoles y españolas.
Aquella amnistía permitió sacar de las cárceles españolas a los presos políticos, pero también levantó un muro de silencio que ha llegado hasta nuestros días impidiendo a los juzgados investigar los casos de tortura y asesinatos que se produjeron durante los 40 años de dictadura franquista.
Los Gobiernos latinamericanos que fueron surgiendo tras sus dictaduras militares se inspiraron en nuestra Ley de Amnistía durante los años de transición pero, tras la presión social, a día de hoy sus leyes de amnistía están derogadas, permitiendo a los jueces condenar los asesinatos y torturas ejercidas durante los años de dictadura.
Sin embargo, en España esa ley que ha protegido durante todo este tiempo a los asesinos de la dictadura franquista sigue en vigor.
Ese silencio que ha llevado a un desconocimiento total del terror que el franquismo ejerció sobre la sociedad española y que, aún se percibe entre nuestros padres y abuelos, ha beneficiado a aquellos que se resisten a desvelar la verdad. No hay nada mejor para subyugar a un pueblo que la ignorancia, la mentira y la creación de falsos monstruos tras lo que esconder a los verdaderos.
El documental “El silencio de otros” dirigido por Almudena Carracedo y Robert Bahar y galardonado con un Goya en 2018 que retrata la lucha silenciada de las víctimas de la dictadura franquista, está haciendo una importante labor pedagógica rompiendo, poco a poco, los ladrillos de ese ignominioso muro de silencio.
Que las jóvenes generaciones españolas desconozcan el horror de su pasado más reciente ayuda poco a que la sociedad madure. Los jóvenes y sus padres y madres deberían conocer las violaciones de derechos humanos que realizó el franquismo porque, sólo así, podrán evitar que vuelva a repetirse, porque sólo si se conoce de dónde se viene se puede saber a dónde se va, pero hay muchos intereses que torpedean el camino de la verdad.
Apelando a la Justicia Universal, donde los delitos de lesa humanidad no prescriben, cientos de familias españolas se han querellado contra los crímenes del franquismo, pero la Ley de Amnistía del año 1977 sigue bloqueando sus acciones y silenciando el dolor de todos aquellos hijos de España que fueron asesinados por defender la libertad.
Aquellos patriotas cuyos cuerpos profanados por la represión fueron tirados a fosas y cunetas merecen el respeto y el reconocimiento de una sociedad, hasta hoy, ignorante. Aquellos patriotas exiliados entonando “Suspiros de España” con los ojos llenos de lágrimas y dolor por sentirse obligados a abandonar su tierra, merecen ser rescatados del olvido. Aquellos patriotas que sufrieron el escarnio y la esclavitud de un sistema deshumanizado y embrutecido, merecen ser recordados y enaltecida su memoria. Porque sólo así España dejará de ser comparada con Camboya y podrá ocupar la posición que le correspondería junto a las democracias más avanzadas del mundo.
Ilustración: Los fusilamientos del 2 de mayo de Francisco de Goya
Muera la Inteligencia
María del Mar Martín
Me hastía pensar en ese nuevo partido ultranacionalista y de ultraderecha que con sus provocaciones diarias pretende que le hagamos la campaña electoral gratis. No puedo con la aversión que suscitan sus insultos a la convivencia y al consenso. Me resisto a emplear tiempo y neuronas en repetir sus “patriotas” propuestas dirigidas a los “españoles de bien”. Pero, una vez más, no puedo evitarlo ante su última ocurrencia: permitir el uso indiscriminado de armas en nuestro país.
España, uno de los países más seguros de la Unión Europea, comunidad más segura del mundo, con un Estado de Derecho que nos protege de manera ejemplar, no puede convertirse en un país violento como lo son todos aquellos en los que están permitidas las armas. Los índices de asesinatos y muertes por la utilización de armas en países como Estados Unidos, Colombia o Méjico son altísimos al igual que los beneficios de las empresas suministradoras de armamento. En esos países la vida termina por valer lo mismo que una bala y los paisajes cotidianos recuerdan al viejo Oeste. Esta es la España que nos ofrecen estos patriotas que niegan la violencia machista e incluso el holocausto nazi. Que hacen del dictador Franco un mártir y consideran que los homosexuales son enfermos que necesitan ayuda.
Jamás hubiera imaginado describir a personajes reales así, como jamás hubiera creído que se volviera a discutir sobre asuntos consensuados de forma mayoritaria. La ley del aborto, la ley de LGTBI, la ley de Igualdad, el Estado de las Autonomías, la no segregación de sexos en la educación, la regulación de la inmigración, la ley de Memoria Histórica han sido nuestra seña de identidad como país moderno, que progresa y mira hacia el futuro con humanidad y respeto a la diferencia. Y son, todos estos avances sociales en libertad e igualdad, el blanco de sus dianas a las que quieren disparar con las armas que, si les dejamos, venderán en la tienda de la esquina.
“Vivan las cadenas”, parecen gritar, como gritaba la muchedumbre y los absolutistas ante el regreso de Fernando VII después de la invasión francesa, que la memoria es frágil y la historia cíclica. La Constitución de 1812, de las más avanzadas y modernas de Europa quedó entonces en papel mojado, y del mismo modo, puede quedar ahora la Constitución de 1978, si estas ordas fascistas nos atrapan con sus cadenas y al más puro estilo Millán Astray pisotean nuestra inteligencia.
Ilustración: Vida Cotidiana de Emil Nolde
8 de marzo
María del Mar Martín
A poco que se rasgue, se descubre el cartón del que está hecho ese decálogo de falso feminismo que han venido en llamar “liberal”. Con sólo leer el primero de sus postulados se adivina el rancio machismo que oculta al no utilizar el lenguaje de género. El segundo y tercer punto refieren asuntos de perogrullo, pero en el cuarto, vuelve a vérseles el plumero, o la patita por debajo de la puerta: al mencionar que la mujer no debe elegir entre su carrera y la familia, reafirman el reparto tradicional de roles, reconociendo de manera subliminal que la familia es responsabilidad del genero femenino. En su quinto postulado se reafirman al rechazar abiertamente el lenguaje de género, cuando es precisamente el lenguaje uno de los principales baluartes de la visibilización de la mujer. En el sexto y el séptimo regresan de nuevo las perogrulladas una vez más dirigidas a “los ciudadanos” obviando a las “ciudadanas”. El octavo al mencionar que es reduccionista considerar que las mujeres nacen víctimas, da pábulo a ese pensamiento de reacción y ataque patriarcal hacia la mujer. Y por último y como colofón, en el noveno y décimo punto se desprestigia a los movimientos feministas que durante tres siglos han luchado por igualar los derechos de hombres y mujeres, sufriendo torturas y asesinatos.
Este decálogo no es más que una burda estratagema. Un intento fallido de engañar a quien quiera dejarse engañar y, de paso denostar, el trabajo y el sacrificio que durante años, cientos de miles de mujeres feministas invisibilizadas han entregado a la lucha por la igualdad.
Este decálogo se suma a la reacción misógina que la extrema derecha está liderando, ante el temor de la posible pérdida de los privilegios que el patriarcado otorga a los hombres. Como Manuel Vicent publicara en El País en noviembre de 2004: “Nadie les va a quitar las fincas rústicas o urbanas, podrán continuar matando cochinos, venados y perdices hasta el final de sus días, seguirán saludando con una cigala en la mano a sus amigos en las marisquerías, los notarios y registradores serán siempre sus aliados naturales, darán dentelladas de escualo en los despachos insonorizados y después de una vida llena de tajadas volarán al cielo, donde serán recibidos por Dios con los brazos abiertos bajo una lluvia de mazapán (..)”.
Y querrán además que las mujeres continúen dedicándose a lo que les corresponde por designio divino: el cuidado del varón y de los hijos. Ya lo decía Clara Janés en su libro “guardar la casa y cerrar la boca”.
Ilustración de Georgia O`Keeffe
La diferencia
María del Mar Martín
Hoy 27 de enero se cumplen 74 años de la liberación de los presos de Auschwitz-Birkenau y desde el año 2005 los supervivientes de este campo de concentración nazi, y delegaciones de varios países conmemoran este día para no olvidar.
El terror es el mismo donde se practique, la diferencia radica en que la herida que ocasionó el holocausto nazi se cicatriza constantemente, cada vez que se recuerda y se rememora, mientras que la herida del holocausto franquista sigue abierta por la enorme resistencia a reconocer el daño y las víctimas.