Opinión
El Día Internacional del Trabajo
Toni Ferrer
El Día Internacional del Trabajo fue instituido por el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional (París,1889) como homenaje a los Mártires de Chicago que fueron ejecutados en Estados Unidos. Este horrendo crimen fue un intento desesperado de frenar el potente movimiento huelguístico, que se inició el 1 de mayo de 1886, y que logró conquistar la jornada laboral de 8 horas diarias. Desde entonces el 1 de mayo se celebra a nivel mundial como un día de lucha por los derechos de la clase trabajadora y por la paz, la solidaridad y la democracia de los pueblos.
Las luchas sindicales y políticas del movimiento obrero en la mayoría de países consiguieron importantes conquistas para las personas trabajadoras, en un principio en las condiciones de trabajo, como las mejoras salariales, la limitación de la jornada laboral, la prohibición del trabajo infantil, leyes que garantizaran la seguridad en las fábricas y el seguro de accidentes de trabajo o la legalización de las organizaciones. Más recientemente con el Estado del bienestar: los servicios públicos, las políticas de igualdad, la seguridad social, las políticas de empleo, el seguro de desempleo, junto con el reconocimiento de los derechos fundamentales de libertad sindical, el derecho de huelga y la negociación colectiva.
Desde el inicio de la pandemia de la covid-19 el Gobierno de España ha levantado “un escudo social”, mediante un conjunto de acuerdos del diálogo social con las patronales y los sindicatos, que son una apuesta estratégica para amortiguar los efectos que la crisis está produciendo en las empresas, los trabajadores asalariados y autónomos y preservar el tejido productivo, proteger el empleo y las rentas familiares. Existe una diferencia abismal entre estas políticas del Gobierno Progresista y las políticas neoliberales de austeridad y recortes que aplicó el Gobierno del PP a partir de 2012 durante la crisis financiera internacional, con sus reformas laborales y de pensiones.
142 años y más democracia
Pedro Sánchez
El Partido Socialista Obrero Español cumple 142 años, más de un siglo de historia que recordamos con orgullo porque nuestro partido siempre ha sido un elemento esencial de cambio, pero también un factor primordial para hacer avanzar a nuestro país.
Siempre he creído que ser socialista no es sólo una forma de concebir la política, también es una forma de hacer, una forma de sentir y de mirar a nuestra sociedad desde el valor de lo público y para el bien común.
Este aniversario nos recuerda que llevamos casi un siglo y medio sirviendo a la sociedad española —con vocación y con perspectiva de futuro— desde la libertad, el progreso, la justicia y la igualdad. Hoy no se conciben en España la sanidad gratuita y universal, la educación pública, la Ley de Dependencia o la de Igualdad, la Ley de Eutanasia o el Ingreso Mínimo Vital sin el impulso del PSOE. Hoy no se conciben el Estado del Bienestar y el avance en derechos de España sin el sello del PSOE.
Por eso hacemos nuestras con orgullo las grandes conquistas sociales de nuestro país. Por eso proclamamos que tenemos la tradición democrática más antigua de España. Por eso no dejamos de recordar que somos el partido socialdemócrata de referencia en Europa y el que lidera la mayor delegación en el parlamento de la Unión Europea. Y por eso reivindicamos nuestra capacidad de unir, desde el diálogo y el acuerdo, las ideas diversas, habiendo protagonizado, entre muchas otras cosas, el primer Gobierno de coalición progresista de la historia democrática reciente de nuestro país.
El camino del socialismo
Adriana Lastra
El 2 de mayo es una fecha marcada en el calendario de toda la familia socialista. Una fecha en la que miramos atrás para reconocernos en nuestra historia. Recordamos, y eso es más que una palabra hermosa. Recordar quiere decir volver a traer al corazón, ese es su significado original.
Recordamos aquella reunión clandestina en la calle Tetuán de Madrid donde veinticinco trabajadores plantaron la semilla de este partido centenario. Conmemoramos a quienes empezaron a caminar una senda de transformación y justicia social para nuestro país. Rememoramos a Pablo Iglesias, a Largo Caballero, a Julián Besteiro y a María Cambrils. A quienes nos enseñaron a rebelarnos frente a las injusticias como la única manera de estar en el mundo y empujar los renglones de la Historia.
Pero nuestro camino no sólo lo recorrimos a hombros de gigantes, sino a hombros de mujeres y hombres tan anónimos como valientes. A hombros de trabajadores, que se unieron, como nosotros nos unimos. Que se respetaron, como nosotros nos respetamos y que creyeron que se podían cambiar las cosas y nos dejaron ese legado. Recordamos a quienes dijeron que es posible más igualdad y más justicia. Es posible un mundo más digno y más humano, como lo decimos cada uno de los que formamos parte de esta gran familia.
Muchos de nuestros compañeros y compañeras sufrieron la larga noche de esa dictadura miserable que nos quiso silenciar con el hierro de los barrotes, el dolor y la muerte. Pero ya nada pudo parar esas palabras tan hermosas que aquel pequeño grupo de trabajadores, cansados de apretar los dientes y de callar su rabia, dijo por primera vez en alto. Y así fueron pasando esas palabras de generación en generación: justicia, libertad, igualdad. A veces, en los momentos más oscuros, con el susurro de la voz de una madre que le habla a su hija al oído. Otras veces con la fuerza de un torrente que nada puede parar.
El timbre inconfundible de la verdad
Jose Luis Ábalos
No es fácil resistirse a hacer memoria cuando uno ha nacido en el siglo XIX y celebra su aniversario. Lo realmente complicado, 142 años después, es no hacer justicia a todos aquellos que lo han hecho posible, a todas las mujeres y hombres del Partido Socialista que no dejaron que se consumiera la llama que un grupo de 16 tipógrafos, un marmolista, un zapatero, cuatro médicos y dos oficiales de joyería encendieron en Casa Labra el 2 de mayo de 1879.
Decía Antonio Machado que la voz que recordaba de nuestro fundador Pablo Iglesias tenía el timbre inconfundible de la verdad humana. Era solo la primera parte de una frase que continuaba así: “Yo prefiero escucharla en mi recuerdo, o, mejor todavía, en los labios de otros hombres no menos auténticos, no menos verdaderos, que aún nos hablan al corazón y a la inteligencia”. Y creo que este ha sido el secreto de nuestro éxito como partido.
Nunca hemos dejado de hablar al corazón y la inteligencia de este país, y lo hemos hecho con la verdad en nuestros labios, una verdad que, proclamada a los cuatro vientos, constituye el acto más revolucionario que puede llevar a cabo una organización política, sobre todo en este tiempo de embustes y de artificios.
Nos hemos armado con la verdad y con la paciencia, y hemos demostrado que la utopía era posible y no un sueño inalcanzable. Era posible mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y emancipar a los que nada tenían. Era posible hacer avanzar a este país y sacarlo de su atraso secular. Era posible recuperar la democracia, aunque compañeros nuestros lo pagaran con su vida o con el exilio. Era posible, en definitiva, modernizar el Estado, conquistar derechos y libertades, colaborar en la construcción europea y convertir la justicia social en un valor primigenio de esta España constitucional.
El lobo y los siete cabritillos
Mar Martín
Los que no quieren saber nada de la memoria, o mejor dicho del dolor y sufrimiento que la dictadura que defienden provocó en la población española, sin mencionar el retraso y atraso en el que nos sumió durante 40 años de nuestra historia reciente, son los mismos que a diario, nos la recuerdan. Sus formas incendiarias, maleducadas e irrespetuosas; su ideología misógina, racista y xenófoba, disfrazada de ridículo mesianismo, su falsedad y doble moral, no son sino reflejos de aquel pasado que creíamos olvidado y, arraigando sus raíces en el fascismo más soez o nacismo más sofisticado, fagocitan el marco de convivencia que les brinda la democracia.
Que hayan sido una mujer, un homosexual y un profesor las dianas de las amenazas de muerte no es casual. La mujer ostentaba un puesto, para ellos, reservado a los hombres, el de Directora General de la Guardia Civil, el homosexual la cartera de un ministerio, para ellos de naturaleza implícitamente homófoba, el de Interior, y el profesor la ex vicepresidencia de un gobierno de rojos y por lo tanto ilegítimo, como para ellos lo fue también el que salió de las urnas en 1936. Fue entonces, una vez declarado el golpe de estado, cuando la persecución se adelantó a la guerra y comenzaron los asesinatos de maestros y maestras, de homosexuales y de mujeres que rompían moldes tradicionales o eran esposas, hermanas y madres de perseguidos por su ideología. Fue así como torturaron y asesinaron a Antonio Benaiges maestro de Bañuelas en Burgos, al homosexual Federico García Lorca y a María Domínguez Remón, alcaldesa socialista de la localidad aragonesa de Gallur. Tres nombres de una lista de cientos de miles que forman parte de esa memoria de la que no quieren saber.
Estos, que hoy visten de verde moco, que diría Nieves Conconstrina, son los herederos de aquellos que vieron peligrar sus privilegios y provocaron una guerra. Son los que han estado escondidos durante años en las cavernas, que no en Atapuerca, porque incluso aquí, a diferencia de ellos, sus habitantes fueron solidarios y compasivos. Son los mismos que no creen en la democracia y vienen a destruirla desde dentro. Porque cuando se carece de argumentos y de propuestas o, los que se tienen son indefendibles en una sociedad moderna, solo queda el incendio, en cuyos rescoldos dibujan una silueta que, a poco, que nos esforcemos, podemos identificar y eliminar. Porque sólo de nosotros depende sacarlos de las instituciones y de la vida pública que envenenan. Porque ahora ya no nos pueden amedrentar, ni con la Inquisición, ni con la represión. España ya no es el país de analfabetos que fue, que procuraron durante 40 años que siguiera siendo y que ahora les gustaría que fuera. España no quiere esa ultraderecha insultante, retrógrada y mentirosa. Vestida de símbolos trasnochados y discurso torpe y facilón. España quiere un país progresista que mire a los ojos al resto de Europa. Un país de valores humanistas, en el que la tolerancia y la solidaridad sea su bandera. Una sociedad con menos desigualdades y mayor cultura, medioambientalmente sostenible y que recobre el sentido de la palabra libertad, demasiado manoseada por esos que precisamente se la robaron a nuestros abuelos y abuelas. Esos mismos que, como en el cuento del lobo y los siete cabritillos, enseñaron la patita empolvada por debajo de la puerta durante el debate televisivo de los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid del pasado martes, y que hoy han enseñado las garras al descubierto en el de la cadena SER.
Vencer al monstruo
Tribuna de Hana Jalloul, número 2 de la candidatura del PSOE en la Comunidad de Madrid
Me pregunto a menudo, cuando escucho a las derechas de Madrid retroalimentarse en escalada en busca del nicho del odio, si tendrían el valor de aguantar la mirada a un niño migrante recién llegado a nuestras costas. En el minuto cero, en el momento mismo en el que el pequeño pone un pie fuera de la patera y, deshidratado, aterrorizado y solo, busca una mirada amiga en un mundo desconocido. En el minuto cero, justo antes de que su mera presencia en nuestro país sirva de excusa para criminalizarle con el único fin de rascar votos en ese espacio de la vergüenza.Me pregunto a menudo hasta dónde están dispuestas a llegar las derechas madrileñas en este baile de cortejo mutuo, y llego enseguida a la conclusión de que, incitando al odio hacia niños, hemos dejado que la carrera del todo vale para las derechas llegue demasiado lejos. Y debemos decir Hasta aquí, como socialistas, como demócratas, como sociedad.
Cuando el Partido Popular acompañó de la mano a la extrema derecha hasta la puerta de nuestras instituciones, cuando en Colón se inmortalizó el pacto del bochorno, el monstruo del odio comenzó a operar desde las entrañas de lo más valioso: desde el corazón de lo público. Pero los monstruos, monstruos son, y ha llegado el momento de impedir que esta carrera a contrarreloj hacia el odio llegue a la Puerta del Sol y pinte de negro la presidencia de la Comunidad de Madrid.
No hace mucho, al dejar la Secretaría de Estado de Migraciones, volví a ver algunos de los vídeos que durante los peores momentos del Covid 19, grabamos a colectivos de personas migrantes que cada día se levantaban para hacer la masa de nuestro pan, cuidar a nuestros abuelos, recoger nuestra fruta, arar nuestra tierra. Y digo ‘nuestra’, – muy a sabiendas de que es tan suya como mía- para retratar lo absurdo del pensamiento sectario de las derechas.
Sí, para Ayuso y Monasterio, los migrantes son de fuera hasta que necesitamos sus manos para recoger nuestras colectas. Cuando ya tenemos el plato encima de la mesa, pasan a ser de nuevo seres extraños hacia los que verter ese odio que este martes inundó el metro de Madrid.
Los socialistas tenemos una buena costumbre: nunca nos habituamos al odio. Lo combatimos protegiendo al vulnerable del que se cree gigante siendo insignificante. Somos más los que creemos en una España generosa, abierta e inclusiva. Somos más los que nos emocionamos al presenciar una injusticia y damos un paso al frente por el débil, los que nos escandalizamos cuando se señala con el dedo a niños sin madre ni padre. Somos más los que creemos que ese monstruo verde no es tan grande, ni tiene tantas cabezas como parece.
Somos más los que sabemos, porque ya lo hemos vivido en 140 años de Historia, que al monstruo verde del racismo se le combate en las urnas.
Suspiros de España
Mar Martín
Un tal día como hoy, de hace 90 años, España abrió las ventanas a la modernidad y, adelantándose a su propio tiempo, quiso sumarse a la Europa democrática. Con el triunfo de la República en las urnas, España se asomaba a una nueva época, en la que, con la educación, las libertades y los avances sociales se procuró dejar atrás un país atrasado y pobre.
La II República concedió el voto femenino, legalizó el divorcio, permitió el derecho a huelga, reconoció las vacaciones pagadas, separó la Iglesia del Estado, y creó las misiones pedagógicas, aquel proyecto de educación que soñó equiparar al país con los de su entorno. Porque, si en algo se caracterizó la II República española fue en su empeño por educar. Y para ello se constituyeron aquellas escuelas ambulantes que recorrieron toda la geografía del país con la intención de crear auténticos ciudadanos y ciudadanas a los que se instruía además de con libros, con periódicos, cuadros, música, proyectores de películas, obras de teatro, sembrando en ellos las semillas de la reflexión, el análisis crítico y sobre todo, la solidaridad y la tolerancia.
La II República despertó a un nuevo tiempo, pero tuvo un gran error, que describiría el historiador Ángel Viñas: no paró el golpe de Estado, no se preocupó lo suficiente en erradicar la conspiración, probablemente subestimándola y desconocedora de que contaba con el apoyo de la Italia fascista. Ese error nos costaría caro. La Guerra Civil que perdieron los maestros y ganaron los curas, nos llevó a una edad oscura y atrasada en la que se eliminaron todas las conquistas logradas, tornándose en 40 años de dictadura y represión sistemática contra todos los que habían luchado por la libertad. Los mismos que entonarían con lágrimas la hermosa melodía Suspiros de España, primero desde las trincheras y después desde el exilio. Suspiros que aún retumban en nuestra memoria y nos ayudan a combatir el olvido. Suspiros por lo que se perdió, por lo que tanto trabajo ha costado construir de nuevo y, sobre todo, suspiros de España por lo que podemos volver a perder.
Reflexiones sobre la nueva socialdemocracia
Manuel Escudero, secretario de Política Económica y Empleo del PSOE
En Marzo de 2017, hace ahora cuatro años, se comenzó a construir la espina dorsal del proyecto socialista español actual.
Antes de que Pedro Sanchez asumiera la Secretaría General en 2017, ya se había comenzado a hablar de la “socialdemocracia del 15%”, haciendo referencia al declive generalizado de la socialdemocracia en toda Europa. Pero hoy el PSOE en España se sitúa en otra región porcentual, y ha vuelto a ser la “socialdemocracia de los 30%” zafándose de lo que parecía un destino inevitable. ¿Qué es lo que ha ocurrido? La respuesta es clara: un líder que intuitiva y racionalmente se mostró abierto a los nuevos problemas, comenzando por la desigualdad, unas bases de militantes que estaban hartas del socialismo de salón y de gestión en el que se había convertido el PSOE, y un reposicionamiento ideológico que declaraba al PSOE como portador de una alternativa no solamente frente a los partidos conservadores de derecha, sino frente a un sistema económico que parece destinado a crear desigualdades crecientes, destrozar las bases de la vida humana en el planeta y perpetuar las injusticias frente a las mujeres.
Una pregunta pertinente a hacerse hoy es ¿hace falta seguir completando en el plano teórico e ideológico el proyecto que comenzó en 2017? O vistas las nuevas condiciones, con un gobierno de coalición ya funcionando, saliendo de la lucha contra la pandemia, con Presupuestos Generales aprobados y preparándose España para su plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, ¿no habría que dejarlo tal y como se formuló en su momento, y dedicar los esfuerzos a los nuevos imperativos de la acción de gobierno?
Filosofía versus barbarie
Mar Martín
Para la Grecia clásica los filósofos fueron los primeros científicos que se afanaron por alejarse de la ignorancia, elevando y ennobleciendo la ciencia a la que se entregaron en una sincera búsqueda de la verdad y el sentido de la existencia. Su particular entrega al conocimiento desde la libertad y la creatividad sería lo que mayor admiración despertaría entre sus contemporáneos. Pero, de eso ya hace mucho tiempo, y así como la concepción de la naturaleza como un espacio sagrado fue solapado por los dogmas antropocéntricos y teológicos dominantes, el sentimiento magnánimo hacia la filosofía ha sido sustituido por la cruel tiranía del utilitarismo.
Las horas de filosofía en los currículos académicos han ido adelgazando con los años y en estos momentos su desaparición definitiva se encuentra en algunas agendas políticas. Sin embargo, de la importancia de su existencia, como de la de las humanidades en general, dependerá el tipo de ser humano que queramos ser en el futuro.
La Comunidad de Madrid tendrá la oportunidad de escoger en las próximas elecciones del mes de mayo a un candidato catedrático de Filosofía, eligiendo con ello a la persona y el proyecto político con el que construir el porvenir de los próximos años. O por el contrario continuar con esa malograda mezcla de ridículo, inoperancia, frivolidad y prepotencia que los antiguos filósofos hubieran diagnosticado como auténtica ignorancia, la misma que no se podrá usar de excusa cuando Madrid además de seguir siendo la ciudad del libertinaje europeo, se convierta en el paraíso de los atascos, de los empleos basura, de concebidos no nacidos miembros de la unidad familiar y de las pizzas a tutiplén para los más pequeños.
1.000 millones de euros volatilizados
Mar Martín
Si legítimo es un gobierno de coalición que suma los votos del electorado para formar una mayoría, legítima es una moción de censura que se presenta igualmente con la adhesión de voluntades que representan la voz de la democracia. Tanto un caso como el otro son opciones que permite el juego democrático y una opción como la otra cuenta con la legitimidad de proceder de una votación libre y universal. No obstante, saltan las chispas y las alarmas cuando el propio sillón es el que se pone en peligro y se organiza una barricada en defensa del interés personal por el encima del colectivo.
Las familias y las pymes madrileñas estaban de enhorabuena la semana pasada cuando, por fin, iban a materializarse los 1.000 millones de euros destinados a ayudas económicas destinadas a paliar los efectos de la pandemia. Pero coincidió con el pavor que la presidenta de la Comunidad de Madrid sintió ante la posible amenaza de una hipotética moción de censura como la presentada en Murcia. Y los 400 millones de euros para asistir a familias y los 600 millones de euros para ayudar a compañías, pymes y autónomos se volatilizaron en un segundo. En el mismo segundo en el que ella anunció la convocatoria de elecciones. Ella, la misma que dice trabajar por la libertad de los madrileños, les otorga la gracia de ser libres de perder la oportunidad de beneficiarse del paquete de ayudas directas de 235 millones, de los que 30 iban dirigidos al comercio, 35 a la industria y 85 a la restauración, la hostelería, el turismo y el sector de viajes, a razón de 30.000 euros por beneficiario y hasta 3.200 euros a cada trabajador por cuenta propia a fondo perdido. (1)
Que la presidenta de Madrid, le explique a las 41.000 pymes y autónomos, a los 100.000 trabajadores a los que se les pretendía mantener el empleo, a los 12.000 nuevos que se iban a crear y a los 30.000 que iban a entrar en formación que el pánico le ha nublado la mente y que su miedo a perder su estatus les niega este auxilio que les hubiera llegado cuando más falta les hacía.