Opinión

Ya nos hemos cansado

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Mar Martín

Hoy 8 de marzo, Día de la Mujer, conmemoramos los esfuerzos de nuestras antepasadas por crear un mundo de igualdad, mientras la sociedad las culpaba y hacía responsables de los males del mundo. Hoy, como cada 8 de marzo y como el resto de los 364 días que tiene el año, somos feministas porque el feminismo es el futuro al que irremediablemente estamos abocadas y abocados. La lucha de tres siglos que nos precede nos hace cada día más fuertes y la globalización nos hermana con las mujeres de todos los rincones del planeta. La voz rota de nuestras abuelas vuela hoy hasta el espacio sideral y allí, donde estén, se sentirán orgullosas por ello.

Hoy, ya nos hemos cansado de ser culpables. Culpables de romper el silencio, aunque aún exista el burka en Afganistán. Culpables de querer transformar la realidad, aunque aún se nos cosifique e hipersexualice como enseña a diario el cine y la publicidad. Culpables de no querer ser madres, aunque aún existan legislaciones que prohíban el aborto como Haití, El Salvador, Nicaragua, República Dominicana y Honduras. Culpables de luchar para acceder a la educación y entrar en el mercado laboral, aunque aún muchas mujeres sólo puedan ser cuidadoras y “amas de casa”. Culpables de querer votar, aunque aún haya países donde no es posible, como el Vaticano. Culpables de no ser sumisas, aunque aún nuestro Código Penal considere abuso lo que es violación. Culpables por existir, aunque aún siga siendo así en países como la India. Culpables de ser mujeres.

Ya nos hemos cansado y hoy lo gritamos a los cuatro vientos. En pie y sentadas, en manifestación y concentradas, en huelga y en el trabajo, en la calle y en casa, en las ventanas y en los sótanos, vestidas y desnudas, dormidas y despiertas, a pleno voz y en silencio. Ya nos hemos cansado.

Andalucía

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Mar Martín

Poco se puede decir, sobre lo que mucho ya se ha dicho. Sobran las palabras y, sin embargo, hacen más falta que nunca. Hoy 28 de febrero conmemoramos el Día de Andalucía, el día en el que los andaluces pidieron tierra y libertad, desprendiéndose de complejos e iniciando una nueva andadura, que hundía sus raíces en una antigua convivencia pacífica y multicultural. Desde entonces, Andalucía ha ido creciendo más fuerte, más segura, mirando siempre al frente, sin olvidar lo que dejó atrás. Porque somos parte de lo que fuimos y seremos parte de aquellas riquezas y miserias que construimos.

Andalucía es la diosa Astarté y la Blanca Paloma; el dolmen de Menga y la mezquita de Córdoba; el ídolo de los ojos de Valencina y el cubismo de Picasso; la música sefardí y el rock de Miguel Ríos; la poeta Muhya bint al-Tayyani y Julia Uceda; los bueyes de Argantonio y los toros de Juan Belmonte; la salazón de Bolonia y la Alhambra de Granada.

Andalucía es Boabdil y María de Pineda; Séneca y Emilio Lledó; José Val del Omar y Alberto Rodríguez; Maimónides y Losada Villasante; Martinez Montañez y Pedro Gilabert; Carmen Dauset y Cristina Hoyos; Adriano y Giner de los Rios; Tórtola Valencia y María Barranco.

Y Andalucía es también Blas Infante y Caparrós; García Lorca y Miguel Hernández; las 17 rosas de Guillena y la Huída. Porque la muerte y la represión, la pobreza y la injusticia han marcado la moderna historia de Andalucía. De esa Andalucía que ha sido capaz de librarse del disfraz de pandereta que le impuso el franquismo y del exotismo de los viajeros y literatos románticos, para convertirse en un proyecto de progreso, de modernidad y solidaridad cultural.

 

Xenomorfos Abominables

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Mar Martín

Cuando se cruzan los umbrales del sentido común, del raciocinio y del consenso, tomárselo a broma puede ser una opción. Es como el chiste verde con el que niño chico quiere llamar la atención y no se le riñe, porque no se le toma en serio. Uno se ríe, como de la gracieta del borracho al que hay que llevar a rastras después de una buena cogorza. Y es que sólo hay que ser un orco, un menor desvergonzado o un bebedor empedernido para plantear lo que la corporación de interés económico con ideario medieval Vociferantes Orcos Xenomorfos ha planteado.

En cualquier caso, siempre sería mejor creer que su última ocurrencia es fruto de la inteligencia de una ameba, de un cerebro infantiloide o del perjudicado por importantes dosis etílicas. Porque no habría como justificar una propuesta que falte al respeto, a la dignidad y a la memoria de tantas mujeres que hicieron y siguen haciendo un mundo mejor: libre de desigualdades, de violencia y de machismos. Borrar de la faz de la tierra la conmemoración del 8 de marzo como les gustaría a estos sujetos, entre los que, por desgracia, también hay mujeres, es tan insultante como inaceptable. Es un chiste, una broma de mal gusto, una malvada bufonada, como sustituir la conmemoración del Día de Andalucía, el próximo 28 de febrero, por el día de la toma de Granada por los ejércitos castellanos. Otra payasada, patochada y necedad.

Que los fallecidos por el coronavirus se merezcan una conmemoración nadie lo pone en duda, pero que se elija entre los 365 días que tiene el año, el 8 de marzo, denota animadversión, mala uva y sobre todo falta de respeto. Porque el 8 de marzo es el día de Mary Wollstonecraft, de Flora Tristán, de Concepción Arenal, de Carmen de Burgos, de Emily Davison, de Hypatia de Alejandría, de Olimpia de Gouges, de Clara Zetkin, de Emmeline Pankhurst, de Margarita Salas, de Marie Curie, de Susan B. Anthony, de Virginia Woolf, de Clara Campoamor, de Ada Lovelace, de Simone de Beauvoir, de Betty Friedan, de Elisabeth Cady Stanton, de Emilie du Châtelet, de Emma Goldman, de Harriet Taylor, de Gerda Lerner, de Michelle Perrot, de Bárbara Zecci, de Rosa Cobo, de Nuria Varela, de Clara Janés, de Pura Sánchez, de Hedy Lamarr, de Jocelyn Bell, de Lucretia Mott, de Katherine Johnson, de Maruja Mallo, de Alice Guy, de Charlotte Reiniger, de Rosa Luxemburgo, de Virginia González, de Teresa Claramunt, de Victoria Kent, de Margarita Nelken, de Patria, Minerva y Maria Teresa Mirabal, y sobre todo, de tantas mujeres anónimas que vivieron, lucharon y murieron por reivindicar los derechos de la mujer, por denunciar el sometimiento que exige la cultura patriarcal y por contribuir a la evolución de la humanidad desde el enclaustrado espacio del hogar. El 8 de marzo es el día de mis antepasadas, de mis abuelas, de mi madre, de mi hermana, de mis sobrinas y amigas que tanto tenemos aún que hacer para terminar con ignominias como la de estos xenomorfos abominables.

Síntomas de una grave enfermedad

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Mar Martín

“El fascismo es alegría” y “el judío el enemigo” fueron algunas de las arengas que, envueltas en banderas de España, se dijeron en la concentración de nazis y fascistas que el sábado 13 de febrero tuvo lugar en el cementerio de la Almudena de Madrid[1]. Estos nazis y fascistas fueron convocados para rendir homenaje a la División Azul, aquella formada por los españoles que lucharon junto a Hitler en la II Guerra Mundial. El acto, en el que no faltó un perejil: saludos, insignias, vestimenta e incluso curas bendiciéndolo, trajo del pasado imágenes que creíamos encerradas en cintas de nitrato de celulosa, poniendo de relieve que, más que una anécdota, es un síntoma. Un mal síntoma.

Las juventudes hitlerianas de antaño estarían orgullosas hoy de ver como su legado no ha envejecido. Cómo su discurso y su parafernalia ha sobrevivido al tiempo y se ha encarnado en una joven que podría ser cualquiera de aquellas que filmó Leni Riefenstahl.

Aunque estos nazis y fascistas lleven muchos años recordando, como este sábado, la gloriosa gesta de la División Azul de aniquilar todo lo que exigiera la raza aria, ahora es diferente. Estos nazis y fascistas hasta, antes de ayer, estaban disipados entre los votantes del Partido Popular, pero ya han encontrado un lugar donde crecerse y creerse legitimados por contar con un puñado de votos, del mismo color del que, no olvidemos, llevó a Hitler a la presidencia del gobierno alemán.

Que el abogado del asesino de los abogados laboralistas de Atocha, dijera en la concentración que el fascismo es alegría, no fue una anécdota, fue un síntoma de que la politización de la pandemia está en el blanco de la diana de la ultraderecha española, aunque se dejen muchos muertos en el camino, o en las cunetas, de lo que ellos saben mucho. Así el abogado del asesino de los abogados laboralistas de Atocha arengó el acto diciendo: “Hace falta que incumpláis el toque de queda, que os reunáis con vuestros familiares y amigos, que seáis más de seis como somos hoy aquí y que os abracéis y que cantéis y que viváis alegres. Porque el fascismo es alegría.” Con estas palabras, el líder de la concentración, apoyaba las teorías negacionistas sobre el covid y recordaba al propio Hitler cuando Riefenstahl le grabaría diciendo: “El Estado no nos ordena, nosotros ordenamos al Estado”[2]. Y, además, al decir que el fascismo es alegría, también frivolizaba con el dolor y el terror del fascismo pasado y presente. Y, con el grito de la joven lideresa, al más puro estilo hitleriano, de que el judío es el enemigo y el comunismo su invento se nos demostró, que el pasado no ha dejado de ser presente.

La ultraderecha española, espacio natural de los asistentes a esta concentración, no ha salido de grupos de descontentos, aunque muchos descontentos los voten. La ultraderecha española no ha salido para enmendar desajustes de la política nacional, aunque muchos que lo crean también los voten. La ultraderecha española siempre ha estado. Son los franquistas, falangistas y fascistas españoles de toda la vida que, por circunstancias complejas y largas de analizar, han tenido la suerte de encontrarse en una democracia en la que no creen, e incluso presentarse en elecciones autonómicas en las que tampoco creen. Es la ironía del Estado democrático de las autonomías que permite la participación de hasta aquellos que vienen a romperlo. Como rompen el consenso social del respeto a la dignidad, al honor y a la propia identidad de las personas en actos como el protagonizado por un ultraderechista en la Asamblea de Madrid al dirigirse, ayer lunes 15 de febrero, en masculino a la diputada, representante del grupo parlamentario socialista y activista transexual, Carla Delgado Gómez.

No son anécdotas, sino síntomas de una grave enfermedad.

 

 

 

[1] https://www.lamarea.com/2021/02/15/enemigo-siempre-mismo-judio-300-neonazis-homenajean-espanoles-lucharon-hitler/

[2] El triunfo de la voluntad: https://vimeo.com/491125915

Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia 2021

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Mar Martín

Hace algún tiempo, un ilustre periodista sevillano escribió un artículo afeando los días conmemorativos y sus palabras me resultaron tan ofensivas que me llevó a escribir una réplica titulándola el Día del Papafrita. Desde entonces estos días, a pesar suyo, se han seguido celebrando y hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, valga la contradicción, dicho sea de paso. La ciencia es un ámbito más vetado tradicionalmente para la mujer y cuyo espacio ha ido siendo conquistado poco a poco. Aún queda mucho por recorrer y es por ello que resulta oportuno la dedicatoria de estos días, al menos, para contextualizar una realidad aún poco prometedora.

“La representación de la mujer en la ciencia está regular tirando a mal” asegura la joven astrónoma Elena Manjavacas en una entrevista publicada en Voces de Cuenca[1]. “Es curioso, continúa, porque cuando estudié Física en la Complutense veía muchas chicas en las clases, éramos casi un 50% de chicas estudiando en la facultad. Pero luego, según terminas la carrera, haces el Doctorado, y en el el post-Doctorado más…que las mujeres van desapareciendo. Y, de hecho, en puestos de liderazgo hay muy pocas mujeres. Donde estoy ahora ocurre menos pero, en general, hay muy pocas mujeres que tengan grupos de trabajo, que sean importantes en su campo. La proporción ahora mismo en España debe ser un 70-30% a favor del hombre y siendo optimistas. En Estados Unidos es menos y en Alemania menos aún. Lo curioso es que no es tanto un problema de que las chicas no tengan interés por las ciencias, no es verdad. Hay muchas chicas en las facultades pero al avanzar, por razones que se pueden discutir, desaparecen.”

Al hecho de desaparecer del mundo de la ciencia, en la mayoría de los casos,  para dedicarse a la crianza de los hijos, como si el hombre, nada tuviera que ver en ello, se le suma la desaparición de la historia, de la que se borran sus escasas huellas que en el tiempo han dejado. Es un ejemplo, de los muchos existentes, el caso de Eunice Foote, la primera científica (y sufragista) que teorizó sobre el cambio climático. Esta investigadora realizó sus experimentos en 1856, tres años antes de que el físico irlandés John Tyndall descubriera en 1859, que las moléculas de gases como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua, Gases de Efecto Invernadero (GEI) bloqueaban la radiación infrarroja. Y cuarenta antes de que el premio Nobel sueco Steven Arrhenius, diera a conocer los resultados de sus experimentos con los que se le atribuiría el descubrimiento del efecto invernadero. La estadounidense Eunice Newton Foote (1819-1888) sería así la primera científica en teorizar que incluso aumentos moderados en la concentración de dióxido de carbono (CO₂) atmosférico podrían provocar un calentamiento global significativo.[2] Sin embargo, nadie lo reconoció por tratarse de una mujer que, además, sería una de las fundadoras de la Seneca Falls Convention, la primera asamblea en la que se debatieron, en 1848, los derechos de la mujer. De Eunice Foote y de la Seneca Falls Convention prometo escribir más adelante. Hoy es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y a todas ellas desconocidas y ocultadas les dedico este espacio.

 

[1] https://www.vocesdecuenca.com/provincia/lamancha/elena-manjavacas-la-astronoma-de-mota-que-trabaja-junto-a-la-nasa-para-poner-en-el-espacio-el-telescopio-mas-avanzado/?fbclid=IwAR3lAB9S1w-tVx2WIuOypgWtVq3z3IbeAqkm-ygGNNiB340mEnuSpv13aFI

[2] https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/eunice-foote-primera-cientifica-y-sufragista-que-teorizo-sobre-cambio-climatico_14883

El infierno existe y está aquí

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Mar Martín

Hoy jueves 4 de febrero es de esos días en los que es difícil encontrar la belleza en este mundo. Hoy el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha confirmado la condena por un delito de abuso a cinco malnacidos que violaron por turnos a una menor de 14 años en Manresa (Barcelona) en 2016, al considerar que no está probada la “intimidación ambiental” que permitiría elevarlo a violación.

La ausencia de “intimidación ambiental” cuesta imaginarla en un contexto en el que cinco golfos acorralan a una joven, aprovechando, además de su escasa edad, su estado de debilidad por encontrarse bajo los efectos del alcohol. Y es difícil no imaginar la intimidación que sufriría la joven a la que violaron repetidas veces, en turnos de 15 minutos, como si se tratara de una muñeca hinchable, sólo un objeto, mientras otros se masturbaban ante tan excitante espectáculo.

Que los jueces no hayan visto esa “intimidación ambiental” es sólo prueba de que vivimos en un sistema enfermo y decadente en el que ni la justicia nos respeta, en el que con sentencias como esta se da pábulo a los machistas violentos para que anden sueltos y a sus anchas.

Que en su voto particular uno de los magistrados haya alegado que los hechos que la sentencia declara probados sí permiten condenar por violación , es sólo prueba de la sinrazón machista que contamina nuestra vida. El magistrado remitiéndose a la sentencia del Tribunal Supremo sobre la violación de «La Manada» de los Sanfermines, señaló que “el delito de agresión sexual no requiere que la acción sea irresistible, invencible o de gravedad inusitada, ni tampoco requiere heroicidades por parte de la víctima, basta que sea suficiente y eficaz en la ocasión concreta para alcanzar el fin propuesto, paralizando o inhibiendo la voluntad» y, ni con estos argumentos, cambió el sentido de la decisión, poniendo en evidencia el sinsentido que domina en algunas ocasiones nuestra justicia.

Que sea violación para el raciocinio elemental, lo que no es a la luz del texto retrógrado y misógino del actual código penal es sólo muestra del carácter de una sociedad que no avanza, que justifica la violencia machista y se niega a reconocer la raíz del problema. Eso sí, el mismo tribunal ha aumentado la cantidad de la indemnización al considerar el ataque “extremadamente intenso y especialmente denigrante”, como si el dinero pudiera hacer recobrar la dignidad a una mujer y la felicidad a su alma rota.

Y esta sentencia se da a conocer hoy, justo un día después de conocer el último asesinato machista en el que el cuerpo de una mujer asesinada y desfigurada en Linares (Jaén) fue encontrado en un contenedor de basura. Sobran las palabras y sobran los ejemplos de una sociedad que se resiste a radicalizar su transformación.

Rompiendo barreras

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Mar Martín

Las elecciones norteamericanas nos han tenido entretenidos, en esta ocasión, como en ninguna otra, hasta el último minuto. El nefasto protagonismo del derrotado Trump ha llenado páginas de periódicos y horas de informativos de radio y televisión pero, como todo lo que comienza, su mandato también ha llegado a su fin. Y como un castigo del destino, el nombramiento del nuevo presidente no tendrá trascendencia tanto por revalidarle el cargo, como por contar con una mujer y mujer negra en su liderazgo.

La toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos es el inicio del final del trumpismo pero, sobre todo, es la inauguración de un nuevo tiempo en el que la recién estrenada Vicepresidenta del Gobierno, Kamala Harris, podría convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos de América. La penitencia que lleva en el pecado el funesto Trump podría ser, además de su salida de la Casa Blanca, el ver en ella a una mujer, tan próxima a la presidencia como el transcurrir de los acontecimientos en torno a Biden quieran.

La luz que brilla hoy en Norteamérica es la que ha enterrado el trumpismo, pero también es la que iluminará un momento que podría pasar a la Historia por enaltecer un país de inmigrantes, de hombres de color y de mujeres que rompen barreras.

Asalto al capitolio o The 25th amendment

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Mar Martín

Y nos creíamos que con el cierre del año 20 estaríamos a salvo. El año 21 ha comenzado ofreciéndonos dos títulos de películas que, gracias a que los protagonistas han pertenecido al colectivo heteropatriarcal blanco, Spike Lee se ha quedado sin ella y, sin embargo, Michael Moore le puede sacar punta.

Es lo que tiene que la ultraderecha juegue en democracia, que cuando no gana por los votos lo pretende por la fuerza. La historia está llena de ejemplos de golpes de estado, que a nosotros en particular nos trae malos recuerdos.

El paso de Donald Trump por el Capitolio merece más de una reflexión que ahora sus compatriotas quieren arreglar con la enmienda 25 de su Constitución. Pero sólo tienen semana y media para ello, y lo que puede ser poco para unos, es mucho para otros porque en tiempo trumptiano la relatividad hace que los minutos puedan resultar horas para maquinar maldades.

La Enmienda 25 permite la destitución de un presidente y la transferencia del poder a la vicepresidencia ya sea de forma temporal o permanente ante la incapacidad de continuar con las responsabilidades presidenciales, por una enfermedad física o mental. La sección número 4 de dicha enmienda permite así, al vicepresidente y a la mayoría del gabinete declarar al mandatario incapaz de desempeñar su cargo. Pero para ello necesitarían firmar y remitir una carta a los presidentes de la Cámara de Representantes y al Senado y declarar al presidente como no apto para gobernar o incapaz de desempeñar sus poderes y deberes. De ser así, el vicepresidente Mike Pence asumiría automáticamente el poder hasta el próximo 20 de enero, cuando empezará el mandato de Biden. Y Trump tendría la oportunidad de ofrecer una respuesta por escrito, y en caso de impugnar la carta, que sería lo más probable, viendo lo visto, le correspondería al Congreso decidir, necesitando una mayoría de dos tercios. Mientras tanto el vicepresidente actuaría como presidente.

Esta fórmula que hoy se presenta visionaria ante la personalidad de Donald que ha pervertido la imagen simpática y adorable del pato de Disney, ha sido ya reclamada tanto desde el partido demócrata como hasta del propio republicano. Ya que, según la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, Trump aún podría ser objeto de un juicio político o impeachment, al incitar a una insurrección armada contra Estados Unidos.

Esto es el colofón de una legislatura en la que el Comité de Relaciones Exteriores del Senado celebró en noviembre de 2017 una audiencia para considerar un cambio en la ley y prohibir que el presidente pudiera, él solo, lanzar un ataque nuclear, después de que Trump preguntara hasta en tres ocasiones sobre el uso de armas nucleares ya que, si las tenía, por qué no podía usarlas. Fue en este contexto en el que el secretario de Estado, Rex Tillerson, lo calificó de “maldito imbécil”.

Y es que el imbécil, y no nos referimos al hermano de Manolito Gafotas que con cariño, imaginó Elvira Lindo, ha provocado el posicionamiento incluso de las mismas redes sociales donde vierte las más peligrosas e incisivas mentiras. Tanto Twitter como Facebook le han retirado las credenciales para evitar que siga eructando improperios y Facebook que se las mantiene retiradas ha presentado una subida de 2,5 puntos en bolsa lo que connota que hasta los inversores están ya hartos del personaje que ha alimentado a otros ultraderechistas como Bolsonario en Brasil o Abascal en España.

Entre una película de acción con el título Asalto al Capitolio a la que se le podrían unir cientos con los argumentos que ha propiciado el año 20, prefiero que el año 21 comience con un documental de Michael Moore que podría titularse The 25th amendment y de paso reflexionar sobre los locos de la historia que han tenido el mundo a sus pies.

Canción de Navidad

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Mar Martín

Charles Dickens escribió Canción de Navidad en 1843, en plena época industrial, agitada por los vientos de los primeros movimientos obreros y anclada en los principios de utilitarismo de Jeremy Bentham. Sin embargo, Charles Dickens, a pesar de su origen burgués, como tantos otros escritores, filósofos o intelectuales, supo ver el daño que el incipiente capitalismo hacía en la sociedad y trasladó su crítica a su obra literaria. Así, Canción de Navidad no es sólo un cuento con moraleja es también una crítica, tímida, pero contundente, a la política y al sistema económico del momento.  De hecho, al comenzar la novela, el propio autor pide disculpas a los lectores del siguiente modo: “He pretendido que, en este relato fantástico, los espectros nazcan de una Idea [sic] que no ponga mal humorados a los lectores consigo mismos, ni con otras personas, ni con la época navideña, ni conmigo. Desearía que este libro hechizase amablemente sus hogares y que nadie quisiera abandonar su lectura”. “Excusatio non petita, accusatio manifesta” sería la conclusión a este párrafo introductorio.

Charles Dickens rechazó el pensamiento utilitarista que planteaba la cuestión moral de acuerdo con la cual una acción estaría bien si y solo si está de acuerdo con el principio de utilidad y que centraba la toma de decisiones sobre actos humanos a un “cómputo de felicidad” mediante el cálculo del beneficio, la utilidad, la conveniencia, ventaja, emolumento y felicidad que se obtendría de la acción contra la desventaja, el daño, la inconveniencia, la pérdida y la infelicidad que también conllevaría[1]. Todo lo que sobre el papel pudiera parecer socialmente beneficioso, sobre la realidad se tornó nefasto. Stuart Mill describirá en su autobiografía su educación bajo los principios utilitaristas y su consiguiente insatisfacción con ellos, humanizándolo e inspirando el movimiento socialista de fines de siglo. Dickens ridiculizará al utilitarismo en las frases del señor Scrooge al pretender dotar de interés cuantificable la felicidad de su sobrino: “¿qué motivos tienes para ser feliz?”, le incrimina. A lo que el sobrino le responde con una crítica solapada al capitalismo a la vez que describe el pensamiento del propio autor: “Hay muchas cosas de las que habría podido sacar provecho y me atrevo a decir que no me he beneficiado de ellas.  La Navidad entre otras, pero estoy seguro de que al llegar esta época del año y dejando aparte la veneración debida a su nombre y origen sagrados (si es que se puede dejar aparte algo que le es tan propio) siempre he pensado que la Navidad era una buena época, una época amable, benévola, caritativa, placentera; la única época, que yo sepa, del largo calendario del año en la que hombres y mujeres parecen abrir de común acuerdo sus corazones cerrados y considerar a las gentes humildes como verdaderos compañeros de viaje hacia la tumba, y no como criaturas de otra raza que viajan hacia destinos diferentes. Y por eso tío, aunque la Navidad nunca me ha metido una migaja de oro o de plata en el bolsillo, creo que me ha hecho bien y que seguirá haciéndolo, y digo: ¡Bendita sea!”. En este párrafo, Dickens  confiesa su identificación política en la apología de la igualdad y en la defensa de los más desfavorecidos junto a los que prefiere caminar hacia la tumba y no hacia destinos diferentes. En otro pasaje de la novela se referirá como “ominosa” a la palabra “liberalidad” que definía el negocio de Marley y de Scrooge, y también describirá como “principios prosaicos” a la compra y venta.

Dickens se oponía a la filosofía de la conveniencia al creer que menoscababa los derechos y los sentimientos de los individuos, resultando además opuesta a la fantasía y a la imaginación. En este sentido en Canción de Navidad expresará que “Scrooge poseía tan poco de eso que se llama imaginación como cualquier otro hombre de la City, incluyendo, y son palabras mayores, al cabildo, a los concejales y a los gremios”. De este modo el autor meterá en el mismo cajón a los ricos empresarios junto a la iglesia, los gremios y a la política, a la que ya había criticado con anterioridad al contar que el alcalde de Londres disponía de 50 cocineros y despenseros y a la que criticará más adelante al decir que los fantasmas que como Marley llevaban cadenas “debían ser ministros de gobiernos culpables”.  Sobre la iglesia o las personas religiosas volverá más adelante y pondrá en boca del espíritu de las navidades presente lo siguiente: “Hay gente en este mundo vuestro que alardean de conocernos y que llevan a cabo en nuestro nombre actos de pasión, de orgullo, de mala voluntad, de odio, de envidia, de intolerancia y de egoísmo; gentes que son tan ajenas a nosotros y a nuestros parientes y amigos como si nunca hubiera existido.”

Dickens acusará al utilitarismo y a la industrialización deshumanizada de oprimir a las mujeres y a la clase trabajadora y de negar a los niños una época especial de su vida, su niñez, siendo esto último, por lo que en Canción de Navidad, cobre tanto protagonismo el personaje de Tiny Tim.

Dickens consideraba que la sociedad necesitaba comprender los sentimientos humanos y reconocer la importancia de la emoción humana y por ello también criticará al método científico que predominaba en el pensamiento liberal de la época en la figura del señor Scrooge quien invitó al espíritu de la navidad pasada a sentarse sólo para comprobar si podía hacerlo y que tuviera que explicarlo. También lo hará cuando se le aparecerá el espíritu de la navidad presente y creerá que la luz que emitía era fruto de una combustión espontánea de lo que se lamentará por no poder verificarlo.

Aunque esta obra se haya convertido en símbolo de la Navidad cristiana con motivos de sobra para ello, es también una alegoría en contra del capitalismo y la industrialización. El personaje del señor Scrooge simboliza esas políticas económicas descarnadas que enriquecen a unos pocos a cambio de la miseria de muchos. Jacob como Ebenizer hicieron negocios “con la humanidad entera, con el bien común, con la caridad, la piedad, la clemencia y la benevolencia”. Jacob dirá “con todas ellas hice negocio. ¡Mis operaciones comerciales no fueron sino una gota de agua en el extenso océano de mi negocio!” y Ebenezer defenderá que ser juicioso es querer ganar dinero.

Y para concluir su comprometida defensa del ser humano ante las afiladas fauces del capitalismo, y de la educación como fuente esencial para la vida, el tercer y último espíritu, el espíritu de las navidades futuras mostrará al señor Scrooge a dos niños de los que dirá que son la “ignorancia y la indigencia”. Dickens expresará: “este niño es la ignorancia, esta niña es la indigencia, guárdate de ambos y de toda su especie, pero sobre todo guárdate de este niño pues en su frente veo escrita a menos que alguien la borre la palabra Condenación [sic].  ¡Atrévete a negarlo! -gritó el espíritu, extendiendo su mano hacia la ciudad-. ¡Mienten quienes lo niegan! ¡Admítelo para tus perversos fines, y empeóralo aún más! ¡Y espera el fin! Esta es la advertencia que recibirá Abenezer Scrooge en 1843, en plena época industrial, agitada por los vientos de los primeros movimientos obreros y anclada en los principios de un incipiente capitalismo. En este sentido Canción de Navidad, por desgracia, no ha envejecido y lo que simboliza es perfectamente extrapolable a nuestra realidad en la que el espíritu navideño se encuentra cada año con los señores Scrooge que ni se molestan en buscar la redención.

 

[1] Baroudy, I. (2013). La confluencia de Germinal de Zola y Tiempos difíciles de Dickens. Un caso de desafío al utilitarismo invasivo. La Torre del Virrey: revista de estudios culturales, (14), 57-63.

 

 

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Mar Martín

El “Pacto de Silencio” fue una de las muchas concesiones que los partidos de izquierda tuvieron que aceptar durante las negociaciones de la Transición, para que los afines a la dictadura permitieran la instauración de la Democracia. Con este pacto, se enterraba el terror practicado por el franquismo sobre la España progresista y se obligaba a olvidar el horror y la tragedia de la represión sistemática.  El precio que se cobró la Democracia de la que hoy disfrutamos todos, fue el ocultamiento de las aberraciones y delitos de lesa humanidad cometidos durante 40 años.

Mientras que, en Alemania, tras el nazismo, el ejercicio de catarsis fue denunciar la barbarie cometida, en España se le pusieron paños calientes al dictador y se escondió a los verdugos que trabajaban a sus órdenes. En Alemania hoy en día, el nazismo es un capítulo ominoso de su historia, mientras que el franquismo es para algunos un episodio memorable que produce nostalgia y patriotismo.

Una vez implantada la democracia en España, víctimas y verdugos han convivido en hipócrita sintonía, estigmatizando cada uno a su modo la historia. Mientras los represaliados han continuado silenciando las atrocidades, traumatizados por el horror, los ejecutores han narrado las grandezas de aquel tiempo que les ha permitido heredar generosas dotes y fortalecer cimientos económicos.

Pero ya era hora de acabar con aquel “Pacto de Silencio”. A la democracia española se le presupone, tras más de 40 años de vida, suficiente madurez como para superar aquel capítulo que, si en su momento resultó inevitable aceptarlo, en la actualidad es inevitable romperlo y dar lugar a una  concepción equitativa y demócrata de afrontar nuestra historia. A esto se le ha llamado Memoria Democrática con el anteproyecto de ley recientemente aprobado por el Gobierno. Era ya el momento de sacar de las cunetas no sólo los cuerpos de los represaliados sino también sus dramas. Era ya hora de permitir el encuentro con la verdad, la justicia, la dignificación de las víctimas, el perdón y la convivencia de los españoles, como ha expresado la ministra de la Presidencia, Carmen Calvo.

Y ante este nuevo escenario en el que el reconocimiento de la fatalidad podría ir de la mano de la reconciliación sincera, aparecen los fantasmas de los verdugos con intimidaciones propias de la mafia. “Primer aviso”, advierten. “Primer aviso” por aprobar un anteproyecto de ley que nos pondría a la altura de países como Alemania y nos alejaría de países como Camboya. “Primer aviso” como manifestación de la intolerancia que supuran, como reflejo de su honda preocupación por que salgan a la luz los trapos sucios de sus herencias correligionarias del franquismo y como temor a que se descubran las mentiras y manipulaciones que harían temblar sus intereses económicos envueltos en banderas patrias.

De ultratumba llegan las amenazas, de ultratumba los tambores que advierten la tormenta, de ultratumba la rabia contenida. Pero ahora la España que claman como propia ya es otra. Esta España de hoy ha abandonado el miedo y busca la verdad, renuncia al sometimiento a cambio de la reivindicación, y transforma la ignorancia en inteligencia. Realmente, de ultratumba llegan los estertores de una agonía fascista, la de aquellos que viven la ilusión de creer que tendrán voz por mucho tiempo.